(AZprensa) El
analista londinense Stewart Adkins ya estimaba hace más de una década que las
compañías farmacéuticas con posibles nuevos fármacos importantes emplearían
cientos de millones de dólares en todo el mundo para las campañas de
prelanzamiento, elevando los gastos combinados de descubrimiento, desarrollo y
comercialización de un posible superventas hasta los 750 millones de dólares.
También Andersen
Consulting predijo que un mayor uso de herramientas de investigación reduciría
el porcentaje de fármacos que fracasan durante su etapa de desarrollo,
dejándolo en un 10 por ciento frente al 30 por ciento de entonces.
De igual forma,
Lehman Brothers calculaba que para mantener la histórica tasa anual de la
industria farmacéutica de un crecimiento medio del ocho por ciento, el número
de fármacos nuevos lanzados cada año
debería pasar de los 35 de aquél momento a los 50. Lehman Brothers también
estimaba que el pico de ventas de un nuevo fármaco debería pasar de los 470
millones de dólares a los 700.
Vistas aquellas
predicciones a la luz de la situación actual, vemos que nada de esto se ha
podido cumplir puesto que las presiones que los Gobiernos han ido poniendo a la
industria farmacéutica han supuesto una losa insalvable, con gastos cada vez
más crecientes para la investigación y desarrollo, así como trabas y retrasos
cada vez más constantes a la hora de registrar y comercializar los nuevos
medicamentos, de tal forma que los pocos nuevos productos que han ido
alcanzando el mercado se han encontrado un panorama desolador: precios cada vez
más bajos, limitaciones crecientes a la prescripción, retrasos en los pagos,
mayores impuestos... De la velocidad creciente que llevaba el desarrollo
farmacéutico hace apenas una o dos décadas, hemos paso a un enlentecimiento y
empobrecimiento total de las expectativas.
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