(AZprensa) Para
el doctor Santiago Herranz (en la imagen), la mejora en la calidad de vida de
los pacientes es un aspecto primordial a la hora de tratar a los pacientes con
esquizofrenia. “Que el paciente esté contento con el tratamiento” es fundamental
en su opinión para el éxito de una terapia contra la esquizofrenia. En cuanto
al aspecto económico considera importante tener en cuenta un tratamiento que
“permita un ahorro en el número de visitas”.
La esquizofrenia
se caracteriza por un amplio abanico de experiencias internas inusuales, y un
comportamiento social inapropiado, así como una reducción de la participación
en actividades sociales y ocupaciones habituales.
Los síntomas de
la enfermedad se dividen, generalmente, en positivos (alucinaciones, delirios,
desorganización conceptual, agitación y paranoia) y negativos (aplanamiento
afectivo, apatía, aislamiento social y emocional).
Si bien los
tratamientos habituales venían siendo efectivos desde los años 50 su utilidad
estaba limitada por diversos factores. En primer lugar, un 30 por ciento
aproximadamente de los pacientes son refractarios a ese tipo de tratamientos.
Los neurolépticos convencionales tienen una actividad limitada en el
tratamiento de los denominados síntomas negativos. Finalmente, un inconveniente
de los neurolépticos clásicos es la tendencia a producir síntomas
extrapiramidales (movimientos involuntarios) como distonía o parkinsonismo,
incluso a las dosis terapéuticas. Estos síntomas causan una incomodidad y
malestar profundo tanto en los pacientes como en sus familias, y con frecuencia
conducen a un mal cumplimiento del tratamiento por lo que se producen nuevas
recaídas de la enfermedad.
La aparición de
los denominados antipsicóticos atípicos vino a superar estos inconvenientes,
si bien los primeros productos de esta
nueva generación tenían algunos efectos secundarios que posteriormente han sido
superados por otros fármacos más modernos. Entre aquellos efectos secundarios,
destacaban el riesgo de producir agranulocitosis en un uno dos por ciento de
los pacientes, lo que obligaba a realizar en todos ellos unos controles
hematológicos periódicos. Otros problemas frecuentes, aunque no tan graves como
el anterior, eran el aumento de peso que solían provocar, así como la elevación
de la prolactina (que conduce a la disfunción sexual) e incluso la aparición de
los citados síntomas extrapiramidales cuando se empleaban dosis altas.
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