(AZprensa, Editorial) El Dr. Google anda suelto y cada vez
campa más a sus anchas. Pocas cosas hay más frecuentes que ver a cualquier
persona consultando una enfermedad o síntoma en Internet y, lo que es peor,
fiándose de lo primero que allí encuentra. Por eso nunca está de más recordar
unas claves sencillas para ver si nos podemos fiar de lo que allí encontramos.
¿De quién es esa página?
Cualquier web debe estar claramente identificada,
indicándonos quién o quiénes son sus responsables. Si estos no se identifican o
no tienen adecuada cualificación, más vale pasar de ellos.
¿Está actualizada?
Mucho ojo, si la web no está actualizada puede que dicha
información haya quedado desfasada aun cuando en su día fuese correcta. Además,
si algo no se actualiza está claro que no funciona.
¿Cómo se financia?
Hay que mirar si está patrocinada por alguna compañía, en
cuyo caso las informaciones seguramente serán parciales, orientadas a los
intereses de la misma.
¿Me pide datos?
Cuando una página de divulgación pide datos (aunque sean de
registro y contraseña) es que no ha entendido bien qué es eso de la
“divulgación de información” y si además pide otros datos nuestros, mejor
desconfiar.
¿Y los foros de opinión?
Los foros de opinión, tan frecuentes, son la fuente menos
fiable de información ya que se trata de opiniones personales, individuales,
completamente subjetivas, y sin ninguna garantía de que sean ciertas. Si en un
foro de opinión sobre un hotel no podemos fiarnos (porque todo depende de cómo
le hayan ido esas vacaciones) mucho menos podemos fiarnos en algo tan
importante como es la salud.
Por consiguiente, cada vez que hagamos una consulta de salud
en Internet, conviene que miremos un momento quién hace esa página, por qué la
hace, y si está actualizada. Si no encontramos fácilmente estos datos, es que
–aunque sea de fiar- no divulga bien; y si no los encontramos o estos no tienen
un respaldo profesional suficiente, más vale que busquemos en otro lugar.
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