(AZprensa) Todos
creemos que hay cuatro sabores esenciales (dulce, ácido, amargo y salado), sin
embargo hay otro sabor esencial muy poco conocido: umami. Traducido como “sabor
agradable, sabroso”, el umami activa y
envía señales al cerebro, provoca placer, satisfacción y nos hace sentir que lo
que comemos es sabroso y deseable. Y no sólo eso, sino que también modifica las
emociones, el estado de ánimo y el comportamiento, haciéndonos sentir la
necesidad de volver a comer esos alimentos que lo contienen.
Hay
algunos alimentos naturales que lo contienen de forma natural (jamón, anchoas,
tomate...) pero algo tan especial no podía dejarlo escapar la industria
alimentaria y descubrió hace años cómo el glutamato (sal sódica del ácido
glutámico, un aminoácido no esencial) hacía las funciones del umami y por
consiguiente, con el beneplácito de las Autoridades sanitarias, fue aprobado
como “saborizante” y añadido a casi todos los alimentos preparados: aperitivos,
salsas, sopas, platos preparados, conservas, etc.
Poco
importaba que no hubiese estudios suficientes sobre los efectos del glutamato
en la salud; lo importante es que aumentaba la preferencia del consumidor por
esos alimentos. Las cifras son bien elocuentes: hace 40 años se
producían 200.000 toneladas de glutamato monosódico y hoy se producen más de
3.000.000 de toneladas, es decir, su consumo ha aumentado un 1.500 por cien en
este periodo. En la actualidad crece a un ritmo del 4,5 por ciento anual y se
prevé que en el año 2020 genere unos ingresos de 5.850 millones de dólares.
La industria alimentaria nos hace consumir entre 5 y 12
gramos de este aditivo al día y, para no ponerse mucho en evidencia, lo esconde
bajo 50 nombres diferentes: E-621, MSG,
extracto de levadura, proteína hidrolizada, ácido glutámico y caseinato de
sodio o de calcio, etc. y así el consumidor no detecta que lo están atiborrando
a esta sustancia que aumenta la apetencia por los alimentos que la contienen.
Pero un alto consumo de glutamato puede producir dolor de
cabeza, tensión muscular, debilidad generalizada, ardor de estómago, hormigueo,
dolores en el pecho... además de alterar el buen funcionamiento de los
mecanismos inhibidores del hambre. Para colmo, se ha relacionado con un peor
desarrollo de ciertas enfermedades como el Alzheimer, la depresión, el autismo
o la esclerosis múltiple.
Sin embargo como lo único que importa es el negocio, el
glutamato con sus más de 50 nombres distintos para confundirnos, sigue contando
con el beneplácito de las Autoridades sanitarias. Sólo ahora, tímidamente, el Parlamento Europeo ha aprobado una
resolución en la que pide restringir sus importaciones, recociendo
implícitamente que un 1% de la población son personas sensibles que pueden
experimentar efectos secundarios transitorios.
Lo más triste de todo es que, tal como
afirma Judit Barrullas, profesora de Economía y Empresa, "los consumidores tienen
herramientas a su alcance para conocer el perjuicio de los productos que
contienen glutamato, pero pese a ello no hacen caso a consejos que no les gusta
escuchar".
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