(AZprensa) El boom de las apps de salud ha alcanzado la
astronómica cifra de más de 200.000 que pueden descargarse a través de sistemas
como iOS o el más popular, Android. La
mayoría son para promover hábitos de vida saludables, pero también hay una
parte que sirven para hacer seguimiento de enfermedades que sufren pacientes
crónicos, como diabetes, asma u obesidad.
Sin embargo diversos
estudios realizados coinciden en afirmar que entre el 70 y 80 por ciento de
quienes se descargan una de estas aplicaciones, la abandona en los seis
primeros meses. A esto hay que añadir que cada vez que se lanza una nueva app
se hace a bombo y platillo, ofreciendo un producto sumamente atractivo; sin
embargo al cabo de unos meses, ese producto se deja de actualizar y poco a poco
se va degradando su atractivo y utilidad.
Tantas hay que la Comisión Europea está trabajando para
determinar qué filtros hay que establecer a fin de que los usuarios sepan
distinguir cuáles son aquellas más útiles y fiables. También están trabajando
en este sentido la Agencia de Calidad y Evaluación Sanitarias (AQuAS), el
Mobile World Capital, la UOC y un grupo de organizaciones internacionales,
entre ellas la Universidad de Tromsø (Noruega), las cuales están diseñando un
marco global de evaluación que está previsto se publique en estos próximos
meses.
A nivel nacional, la Consejería de Sanidad de Andalucía, fue la primera
en poner en marcha su Agencia de Calidad Sanitaria, aunque para conseguir sus
evaluaciones gratuitas hay que remitirles toda la información y por
consiguiente sólo evalúan a aquellas que se lo piden. En algo similar también
están trabajando en Cataluña
Algo similar a lo que también el primer sello español de app saludable.
El distintivo evalúa criterios de calidad, diseño, seguridad de la información,
prestación de servicios y confidencialidad de aplicaciones de iniciativa tanto
pública como privada y de forma gratuita. En Cataluña también se está
trabajando en algo similar a través de la Fundación TIC.
Así que algo tan útil como una app de salud se convierte en una pesadilla por la superabundancia de las mismas, la dificultad de identificar las que son fiables de las que no, y el rápido abandono de su actualización por parte de los promotores de las mismas, que una vez puesta en el escaparate se olvidan del trabajo duro, silencioso y diario, de actualizarla.
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