(AZprensa)
En el mundo del marketing, las empresas se enfrentan a un dilema recurrente:
¿dedicar recursos a la publicidad de productos, que impulsa ventas inmediatas,
o a la publicidad institucional, que fortalece la imagen de marca a largo
plazo? Esta "lucha" por el presupuesto y la atención estratégica a menudo
lleva a priorizar una sobre la otra, cuando en realidad ambas son esenciales,
complementarias y se refuerzan mutuamente.
Publicidad
de productos: El motor de las ventas inmediatas
La
publicidad de productos se centra en promover bienes o servicios específicos,
con el objetivo de generar demanda, aumentar las ventas y captar clientes en el
corto plazo. Este tipo de publicidad es directa y transaccional, utilizando
mensajes que resaltan características, beneficios, precios o promociones.
Ejemplos incluyen anuncios de un nuevo smartphone de Samsung, una campaña de
descuentos de Zara o la promoción de un sabor limitado de Coca-Cola. Entre sus
fortalezas podemos destacar…
Impacto
inmediato: Está diseñada para generar resultados rápidos, como un aumento en
las ventas o el tráfico en tiendas físicas y online.
Mensajes
específicos: Permite comunicar las ventajas competitivas de un producto, como
la innovación tecnológica de un iPhone o la durabilidad de unas zapatillas
Nike.
Facilidad
de medición: El retorno de inversión (ROI) es más fácil de cuantificar a través
de métricas como conversiones, clics o ventas directas.
Sin
embargo, la publicidad de productos tiene limitaciones. Su enfoque en lo
transaccional puede saturar al público si no está respaldado por una narrativa
de marca sólida. Además, en mercados competitivos, donde los productos son
similares, la diferenciación basada solo en características o precio puede ser
insuficiente.
Publicidad
institucional: Construyendo el alma de la marca
La
publicidad institucional, también conocida como publicidad corporativa, se
enfoca en promover la identidad, los valores y la misión de la empresa, sin
centrarse en un producto específico. Su objetivo es construir una imagen de
marca sólida, generar confianza y establecer conexiones emocionales con los
stakeholders (clientes, empleados, inversores, comunidades). Ejemplos incluyen
las campañas de sostenibilidad de Unilever, los mensajes de inclusión de Nike o
las iniciativas de Google sobre innovación. Entre sus fortalezas podemos
destacar…
Construcción
de reputación: Refuerza la percepción de la empresa como ética, innovadora o
socialmente responsable, lo que influye en la confianza del público.
Conexión
emocional: Crea lealtad al alinear la marca con los valores de los consumidores,
como en la campaña “Real Beauty” de Dove, que promovió la autoestima.
Resiliencia
a largo plazo: Una imagen corporativa fuerte protege contra crisis y amplifica
el impacto de los productos, como se vio con Patagonia, cuya reputación
ambiental impulsa sus ventas.
El
desafío de la publicidad institucional radica en su impacto menos inmediato y
su dificultad para medir resultados directos. Esto lleva a algunos directivos a
considerarla secundaria frente a la urgencia de las ventas.
La
falsa dicotomía: Por qué no hay que elegir
La
percepción de que la publicidad de productos y la institucional son opuestas es
un error estratégico. En realidad, ambas son dos caras de la misma moneda,
trabajando en conjunto para construir una marca sólida y rentable. La
publicidad de productos impulsa resultados a corto plazo, mientras que la
institucional crea el contexto que hace que esos resultados sean sostenibles.
Juntas, generan un ciclo virtuoso que beneficia a la empresa en todos los
niveles.
La
publicidad institucional establece la “promesa” de la marca. Por ejemplo, Apple
utiliza la publicidad institucional para reforzar su imagen de innovación y
diseño, lo que hace que los anuncios de productos, como el lanzamiento de un
nuevo iPhone, sean más efectivos al alinearse con esa narrativa.
Un
caso similar es Nike, cuya campaña institucional “Just Do It” inspira
empoderamiento, creando un marco emocional que hace que los anuncios de
zapatillas o ropa deportiva resuenen más profundamente.
Una
imagen corporativa positiva, construida a través de la publicidad
institucional, influye en la percepción de los productos. Estudios como los del
Reputation Institute muestran que las empresas con buena reputación tienen un
10-15% más de probabilidad de que sus productos sean elegidos. Por ejemplo, la
campaña de sostenibilidad de Unilever no solo mejoró su imagen, sino que
aumentó las ventas de marcas como Dove y Ben & Jerry’s.
Confianza
y lealtad:
La
publicidad institucional fomenta la confianza, lo que reduce la resistencia a
los mensajes de productos. Por ejemplo, la reputación de Patagonia como marca
ética hace que sus anuncios de chaquetas o mochilas sean más creíbles y
atractivos, incluso si los precios son más altos que los de la competencia.
Ampliación
del impacto:
La
publicidad de productos puede beneficiarse de los valores promovidos por la
institucional. Cuando Coca-Cola lanza una campaña institucional sobre acceso al
agua, sus anuncios de bebidas ganan credibilidad al asociarse con una marca
socialmente responsable.
Es
necesario, pues, equilibrar recursos entre ambas, así que para aprovechar al
máximo la complementariedad de la publicidad de productos y la institucional,
las empresas deben adoptar un enfoque estratégico…
Definir
una estrategia integrada:
Alinear
ambas formas de publicidad bajo una narrativa de marca coherente. Por ejemplo,
Microsoft combina anuncios institucionales sobre innovación en la nube con
campañas de productos como Surface, reforzando la idea de que sus dispositivos
son herramientas para el futuro.
Asignar
presupuestos proporcionales:
Aunque
la publicidad de productos puede requerir más inversión en momentos clave (como
lanzamientos), la institucional no debe descuidarse. Una regla práctica es
destinar un 20-30% del presupuesto de marketing a la publicidad institucional,
dependiendo del sector y los objetivos.
Medir
el impacto combinado:
Utilizar
métricas que evalúen tanto el impacto inmediato (ventas, conversiones) como el
a largo plazo (reconocimiento de marca, Net Promoter Score, percepción de
confianza). Por ejemplo, un aumento en las ventas tras una campaña de producto
puede estar influenciado por una percepción positiva de marca construida
previamente.
Aprovechar
sinergias:
Integrar
mensajes institucionales en campañas de productos. Por ejemplo, un anuncio de
detergente de Procter & Gamble puede incluir un mensaje sobre su compromiso
con la sostenibilidad, reforzando ambos objetivos.
Por
eso hay que dejar bien claro que la “lucha” entre la publicidad de productos y
la institucional es una falsa dicotomía que las empresas deben superar para
alcanzar su máximo potencial. La publicidad de productos impulsa las ventas
inmediatas, mientras que la institucional construye la confianza y la
reputación que hacen que esas ventas sean sostenibles y escalables. Lejos de
competir, ambas se complementan y refuerzan, creando una marca que no solo
vende, sino que inspira y perdura. Como afirmó el experto en comunicación Joan
Costa, “la comunicación de una empresa es un sistema donde cada parte fortalece
al todo”. Las empresas que integran estratégicamente ambas formas de publicidad
no solo optimizan sus recursos, sino que construyen un legado que trasciende el
mercado. Invertir en las dos no es un lujo, es una necesidad para cualquier
marca que aspire a liderar.
Vicente
Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“De
la Publicidad al Periodismo”: https://www.amazon.es/dp/B0D4KHNVH4