Relanzar como novedad un producto que llevaba un montón de
años en el mercado (Ecomitrin Hidrocortisona) no era una tarea que nos llenase
de confianza; sin embargo nos vimos obligados a ello, sin que pudiésemos
aportar como novedad otra cosa que la disponibilidad de un envase grande de 40
gr. Sin embargo la cosa funcionó (quizás influyó en ello la influencia que
ejercían sobre los médicos nuestros visitadores médicos, los mismos que tantos
años habían estado promocionando la gama Synalar) y los médicos volvieron a
recetar este producto. Este éxito inicial borró todos nuestros temores y nos
lanzamos entonces a una verdadera campaña de lanzamiento.
Lo primero fue crear un logotipo (el que se adjunta en la
ilustración de la portada de aquél folleto) y que muestra un símil de la
clásica figura de Leonardo Da Vinci (brazos y piernas abiertos dentro de un
círculo) pero todo ello formado con la crema que sale de un tubo. Lo segundo
(para dar aire de modernidad) era cambiar ligeramente la forma de referirnos al
producto: en vez de llamarle “Ecomitrin Hidrocortisona” (aunque la
hidrocortisona fuese eficaz tenía imagen de antigua), se le llamaría (a nivel
publicitario porque el nombre real no podía cambiarse) “Ecomitrin 40”. De esta
forma se mataban dos pájaros de un tiro: por una parte quedaba un nombre más
corto, fácil y moderno; y por otra obligábamos a poner “40” en la receta. Así,
si el médico recetaba “Ecomitrin 40”, en la farmacia darían “Ecomitrin
Hidrocortisona tubo de 40 gr” (que así era como estaba registrado). Además, en
la exposición de las propiedades del producto, no se hablaba de
“Hidrocortisona” (que sonaba antiguo) sino de “Cortisol” (que era exactamente
lo mismo pero sonaba mucho más novedoso).
Fijaros si sería antiguo el producto que, estando formulado
en una crema de altísima calidad cosmética, se había registrado (y así figuraba
en el propio envase) como “pomada”. Por eso, dimos instrucciones a nuestros
visitadores médicos para que en esas primeras visitas llevasen una pequeña
cartulina sobre la que extenderían delante del médico un poco de la “pomada”
para que el médico comprobase que se trataba de una magnífica crema cosmética
(blanca, suave, nada grasienta, con olor agradable, que se extendía y se
absorbía rápidamente sin dejar rastro de grasa).
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