sábado, 23 de febrero de 2013

Silenciar al que más sabe


De todos es reconocido el derecho de los ciudadanos a la información, y es cierto que el ciudadano quiere estar informado de muchas cosas, entre ellas, por supuesto, de algo que siempre figura en los primeros lugares de preferencia: su salud. Y cuando se habla de salud, se habla de medicamentos... pero ¿quién da la información sobre los medicamentos?.

Quizás la primera pregunta que se suele plantear es el “debe”: ¿Quién debe emitir esa información sobre medicamentos?. La respuesta suele ser unánime: el médico. Sin embargo convendría hacer algunas consideraciones importantes:

Primera: ¿Puede el médico, con la enorme carga asistencial que padece, transmitir toda la información necesaria sobre un  medicamento en el corto espacio de una visita; no más allá de los 5 minutos?

Segunda: ¿Sólo tienen derecho a la información sobre medicamentos los pacientes que acuden a una consulta médica?. ¿No tiene derecho a conocer más sobre los medicamentos cualquier persona, independientemente de que necesite o no tomar dicho medicamento?.

Tercera: ¿Está la población preparada para “entender” la información que se da sobre los medicamentos?. ¿Están los médicos preparados para “explicar” en un lenguaje que se entienda, la información sobre medicamentos?.

Y aún podríamos plantearnos muchos más interrogantes. Sin embargo, a la vista de estos planteamientos parece evidente que ni la población tiene la educación sanitaria y la formación necesaria para entender de medicamentos, ni los médicos tienen tiempo para explicarlo con detenimiento, ni se ha considerado que cualquier ciudadano tiene derecho a conocer más sobre cualquier medicamento, lo necesite o no.

Aparte del médico, se considera que hay otros agentes cualificados para “dar información”. Entre estos cabe señalar a las Autoridades sanitarias. Junto a ellas, destacan igualmente las organizaciones profesionales (Colegios y Sociedades de profesionales sanitarios). Y cada vez juegan un papel más importante las Asociaciones de Pacientes, porque ¿quién va a saber más de las necesidades de un paciente, que el propio paciente?.

Todos ellos, Administración, Sociedades y Asociaciones, juegan un papel relevante a la hora de educar a la población en materia sanitaria, y buena prueba de ello son los “días” y “semanas” dedicados a distintas enfermedades, en los que se traslada a la opinión pública toda una serie de consejos y conocimientos básicos de indudable utilidad para el cuidado de la salud.

Junto a estos tres agentes principales también se admite la participación de los medios de comunicación. Ellos son capaces como nadie de sensibilizar a la opinión pública sobre determinadas causas y de transmitirles los mensajes básicos sintetizados de tal manera que son fácilmente entendibles y recordables. Tienen, por el contrario, el riesgo de que una excesiva simplificación puede conducir a errores, o el peligro de caer en el alarmismo, en especial por los titulares (creados para captar el interés, no para transmitir información. Sin embargo y, por desgracia, muchas personas sólo se quedan ahí, sin seguir leyendo la información completa, lo que conduce no sólo al error, sino a la alarma injustificada en muchos casos).

Y finalmente, hasta puede llegar a admitirse en determinados casos, que un centro clínico especializado pueda dar información sobre algunos tratamientos que se llevan a cabo en dicho centro y que puedan facilitar información de algunos de los medicamentos utilizados.

Repasemos: Médicos, Administración, Sociedades y Asociaciones, medios de comunicación, centros clínicos... ¿No se nos está olvidando algo?. Hablamos de medicamentos. ¿Quién los investiga?. ¿Quién los descubre?. ¿Quién los fabrica?. ¿Quién hace un seguimiento estricto de toda la vida de esos productos?. La respuesta es clara: los laboratorios farmacéuticos.

Dos grandes paradojas 

Pues aquí tenemos la primera gran paradoja: a quién más sabe de medicamentos (sus descubridores y productores) no se les permite dirigir información (nos referimos  a “información” no a “publicidad”, que esa es otra historia) de los mismos al público.

Y ahora viene la segunda paradoja: Se les prohíbe comunicar al público...pero, sin embrago, esa información la puede conseguir el público.

¿Cómo puede conseguirla?. Aquí entra en juego, sobre todo, Internet; un medio que ha roto todas las barreras y todos los esquemas.

De entrada, hay países en los que sí está permitida esa información. Por lo tanto, cualquier paciente puede ir a la web de ese laboratorio en otro país y encontrar allí la información que busca sobre un determinado medicamento (y hasta es posible que en muchos casos la encuentre en español). Pero, además, la información la puede encontrar en cualquiera de esos agentes que hemos mencionado antes (Administración, organizaciones, etc.), de cualquier país) y –lo que sí que es verdaderamente preocupante- en multitud de sitios poco o nada fiables.

Ese es el verdadero error: Se quiere “controlar” la información; algo que con Internet es imposible. Allí van a convivir las informaciones fiables y las que no lo son; por tanto, el objetivo debe ser educar a la población para que sepa identificar qué información es fiable y cuál no.

Internet no es un enemigo del profesional sanitario, sino un aliado. Puede suplir esa falta de tiempo de que todos nos quejamos, ofreciéndose como una herramienta para que los profesionales sanitarios digan a sus pacientes dónde está la información que deben conocer y que en el corto espacio de una visita no les da tiempo a transmitir.

Y no olvidemos que un paciente informado: va a comprender mejor su enfermedad y los consejos médicos, por lo que seguirá más fielmente las recomendaciones de tratamiento. Esto se va a traducir en una mejora de su salud y en un ahorro de tiempo en la visita que, traducido en otros términos significa: ahorro de recursos sanitarios...

1 comentario:

Ana dijo...

Los más indicados para eso son los farmacéuticos,que saben "algo" de farmacodinamia y un "poquito" de galénica.