viernes, 1 de febrero de 2013

Los experimentos, con gaseosa


Uno de los medicamentos más utilizados a lo largo de la historia en el campo de la psiquiatría ha sido el Haloperidol, un fármaco que armoniza las funciones reguladoras de las estructuras nerviosas sin ejercer acción depresora sobre el Sistema Nervioso Central.

También el campo de la pediatría tiene utilidad, sobre todo para combatir trastornos de la conducta y del carácter, crisis afectivas, inquietud con irritabilidad, tics y tartamudeo, ansiedad, fenómenos obsesivos, dolores abdominales, náuseas y vómitos de repetición, anorexia nerviosa, enuresis nocturna o terrores nocturnos.

Para los niños, este medicamento proporciona una rápida sedación del nerviosismo, libre de efecto hipnótico, mejora la capacidad de concentración, inhibe la agitación y la agresividad facilitando el contacto con el niño, disminuye la tensión emocional, favorece el sueño sin provocar somnolencia ni fatiga, y posee un intenso efecto antiemético y espasmolítico. En los niños, la dosis puede oscilar entre los 0,4 y 0,5 mg/día, repartidos en dos tomas, en menores de cinco años. Para los mayores de esa edad, la dosis oscilaría entre los 0,75 y 1 mg/día, repartidos en dos tomas.

Para el médico –ya que este medicamento debe utilizarse siempre bajo prescripción y control médico continuado- supone una gran tranquilidad ya que, a diferencia de los tranquilizantes fenotiazínicos, tioxantenos o benzodiazepínicos, no produce atonía ni hipotonía muscular. De igual forma su menos toxicidad le hace aventajar a los habituales tranquilizantes tricíclicos.

Sin embargo no sabíamos si un producto tan “psiquiátrico” como el Haloperidol podría tener cabida en los médicos generales y pediatras, y si estos aceptarían un “Haloperidol infantil” o lo verían con recelo por su imagen de medicamento de los psiquiatras. Para salir de dudas y antes de arriesgarnos a lanzar un producto que luego fracasase comercialmente, hicimos un mercado de prueba. Preparé este folleto y se presentó durante unos meses a los médicos generales y pediatras de dos provincias. Al cabo de ese tiempo se comprobó que la sombra de la imagen psiquiátrica era muy alargada, y por mucho que demostrásemos lo fácil de su manejo, la tranquilidad que ofrecía tanto al médico como al niño, etc., eran muy pocos los médicos que se atrevían a recetarlo y por consiguiente este producto jamás llegó a ver la luz, salvo esos pocos meses en aquellas dos provincias en donde se hizo la prueba.

Cuando se tienen fundadas dudas, mejor hacer antes una prueba. Ya lo dice el refrán: “los experimentos, con gaseosa”. Así lo hicimos nosotros (cuando aún nadie utilizaba estas técnicas de marketing en la industria farmacéutica española) y nos ahorramos un fracaso comercial...

1 comentario:

Ana dijo...

Se prescribe cada vez menos y siempre en pacientes de avanzada edad.