(AZprensa) La terapéutica inhalada puede considerarse
algo reciente, toda vez que el primer producto que se preparó para esta vía de
administración se remonta a poco más de 100 años. En el caso de los
tratamientos para las enfermedades respiratorias, se pensó que sería mucho más
útil emplear un sistema que permitiera la actuación del medicamento
directamente en el lugar afectado.
Un experto en el área de la comercialización de este tipo de
dispositivos es Andrés Lafuente, quien explica cómo, a pesar de ser muy fácil
su utilización es muy difícil llevarla a la práctica correctamente.
“Teóricamente solo se tiene que agitar para mezclar la suspensión y después
apretar. Pero hay toda una serie de problemas añadidos. En primer lugar la
homogeneidad de la dosis es muy relativa, es decir, si no agitamos, no tenemos
la seguridad de que haya partículas del fármaco que estén entrando a nivel del
paciente; por eso cuanto más tiempo pasa sin utilizarse el cartucho, se va
depositando arriba la parte del fármaco y abajo la parte de gas. Si no lo
agitamos, incluso se puede administrar una dosis mayor de la correspondiente”.
“Hay, por así decirlo –continúa- tres pasos básicos a la
hora de utilizar cualquier cartucho presurizado: primero, que haya un flujo
adecuado; en segundo lugar, que haya una sincronización entre la pulsación del
cartucho y el aspirado del fármaco; y en tercer lugar, hay que mantener apnea,
es decir, aguantar la respiración por lo menos 15 ó 20 segundos para que el fármaco
pueda llegar a las zonas más bajas de las vías respiratorias”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario