Un estudio clínico realizado hace años por el Hospital
Clínico de Valencia demostró que ninguno de los 1.000 pacientes analizados
utilizaba correctamente el dispositivo de inhalación. Este es un ejemplo de los
muchos estudios realizados en el mismo sentido con resultados no muy
diferentes; y es que una persona normal puede –en general- realizar esa
maniobra sin ningún problema, pero un paciente asmático tiene de por sí una
importante limitación del flujo inspiratorio.
André Lafuente, experto de la industria farmacéutica,
comenta cómo ha podido verificarse esto de una forma exacta: “Cuando marcamos n
producto radioactivamente y vemos el
camino que genera la inhalación hasta que llega a los pulmones, podemos medir
la cantidad que se deposita en los mismos. Así se ha visto que sólo un 15 por
ciento del fármaco llega a nivel del pulmón. ¿Dónde queda la mayoría de las
veces? Pues por esa misma actuación de la técnica, se queda impactado en la
faringe. Desde allí se absorbe por vía digestiva y se acaba metabolizando y
eliminando por las heces. Solamente se aprovecha un 15 por ciento del fármaco,
lo que es muy poco. El paciente, además, tiende a usarlo indiscriminadamente,
por ejemplo con los fármacos broncodilatadores de rescate aprieta una y otra
vez”.
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