jueves, 31 de julio de 2014

La transparencia en los ensayos clínicos viene de lejos

De forma reiterada vemos en los medios de comunicación actuales cómo se reclama a la industria farmacéutica más transparencia a la hora de dar accesibilidad a la información relativa a todos sus ensayos clínicos, entendiendo que los laboratorios farmacéuticos divulgan los resultados de aquellos estudios que les favorecen y ocultan la información de aquellos otros que no salieron como esperaban. Por otra parte, los laboratorios –que apenas si dejan oír su voz- responden alguna vez tímidamente que toda la información de los ensayos es accesible.

Pues bien, esa toma de responsabilidad de los laboratorios para dar mayor transparencia a sus investigaciones viene de lejos y tiene un precedente importante en el año 1998. Tras una reunión celebrada en Virginia (Estados Unidos) en aquél año, ocho grandes grupos farmacéuticos firmaron un documento titulado “Práctica de la buena comunicación: directrices para las compañías farmacéuticas”, en el que se dictaban unas directrices para las comunicaciones de carácter científico de las compañías.

En dicho documento se hacían recomendaciones importantes y se animaba a las empresas farmacéuticas a “esforzarse en publicar los resultados de todos sus ensayos clínicos” (no sólo de los que hubieran resultado positivos para ellas), algo fundamental para quienes recopilan datos de recomendaciones basadas en la evidencia. Igualmente consideraban importante disponer de un contrato escrito acerca de la publicación y la propiedad de los datos.

Sin embargo, en donde aquellas directrices abrieron un nuevo campo fue en la recomendación acerca del uso de escritores profesionales. Señalaban que tal ayuda debía ser  reconocida aunque el autor nominado fuese responsable último de la publicación, la cual debía “ser dada con tiempo suficiente para comentar el borrador”.

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