Cada año se diagnostican en Europa unos 170.000 nuevos casos
de esquizofrenia, una enfermedad que se caracteriza tanto por sus llamados
síntomas positivos (alucinaciones, delirios, etc.), como negativos (apatía
emocional). Los antipsicóticos denominados “atípicos” ofrecen una buena
alternativa de tratamiento y, en general, evitan los efectos secundarios de los
antipsicóticos tradicionales o “típicos”, entre los que destaca el de la
producción de movimientos extrapiramidales (movimientos involuntarios). Los jóvenes que padecen por primera vez un
episodio agudo de esquizofrenia son particularmente sensibles a los movimientos
extrapiramidales así como a la disfunción sexual inducida por muchos antipsicóticos. Esta puede ser una de las
causas para el incumplimiento del tratamiento y la consiguiente aparición de
nuevos episodios esquizofrénicos, por eso es tan importante contar con un
fármaco que desde el principio sea eficaz y seguro para los pacientes que lo
toman.
Hace años, un panel de expertos, presidido por el profesor
Carlo Altamura, de la Universidad de Milán (Italia) estableció en Montreux
(Suiza) unos principios de práctica clínica que abarcaban las siguientes áreas:
-
Los retos en el diagnóstico y evaluación.
-
Los problemas producidos por la selección del
tratamiento a corto y largo plazo.
-
Las dificultades inherentes a la construcción de una
buena relación con el paciente.
-
El reto de identificar el tratamiento aceptable para el
paciente.
Como señaló Altamura, “estamos en una época de grandes
oportunidades gracias a la nueva generación de fármacos y las interveciones
psicosoiales de que disponemos, cuyo potencial para mejorar la práctica clínica
actual ofrece un futuro más esperanzador a nuestros pacientes”.
En la imagen (de izqda. a dcha) los doctores Rajiv Tandon,
Carlo Altamura, Martín Brecher, Ihor W Rak y David Healy, en la reunión de
Montreaux.
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