(AZprensa) La
comunicación tiene muchos enemigos, pero sin duda –al menos en el sector
farmacéutico- el principal enemigo de la comunicación es el routing.
Pero ¿qué es el routing? En teoría es algo muy lógico: la supervisión
previa de los textos de una nota de prensa o comunicado, antes de enviarla a
los medios, a cargo de otra persona ajena al especialista en comunicación, pero
experta en algunos aspectos de dicha información que no tendría porqué dominar
el encargado de redactarla.
Y
digo que parece lógico porque el comunicador de un laboratorio tiene que
dominar la comunicación pero no necesariamente también la medicina; por ello es
conveniente que si está escribiendo una noticia en la que se hable de las
propiedades de algún fármaco, haya un médico que lo revise después para que
todo eso quede expresado correctamente desde un punto de vista médico.
Sin
embargo una cosa es la teoría y otra muy distinta la práctica. En la realidad,
esa labor de supervisión no corresponde a una sola persona (el médico
correspondiente a ese producto o a ese área terapéutica) sino que también tiene
que pasar la aprobación del director médico, del director de relaciones
institucionales, del director legal y hasta puede que del presidente, y ser,
por supuesto, del agrado del jefe de producto. No es broma, os aseguro que en
algunos casos hasta tienen que enviar esa nota de prensa a la central
internacional para que alguien de allí le de el visto bueno.
¿Cuál
es la consecuencia de todo este proceso? Muy sencillo: se informa poco y mal,
transmitiendo a los medios una imagen negativa y obteniendo una ínfima
repercusión mediática.
Originariamente
el texto preparado por el responsable de comunicación estaría bastante bien
redactado, como la noticia que cualquier periodista podría publicar en su
medio. Sin embargo el jefe de producto tiene algo que decir y es, por ejemplo,
que el nombre del producto tiene que ir en mayúsculas, con la “R” de marca
registrada, y repetirse al menos ocho veces a lo largo del texto. El médico de
área dirá que hay que detallar todos los datos importantes del ensayo clínico
que se cita, sin omitir ninguno, aunque la mayoría de los mortales que vaya
después a leer –presumiblemente- la citada noticia ni siquiera sepa qué
significa “randomizado doble ciego”. El director médico añadirá detalles sobre el
número de ensayos clínicos que se están realizando y la relación de las
universidades o centros de investigación que colaboran. El director de
relaciones institucionales querrá añadir el nombre de los patrocinadores o
colaboradores en este estudio. El director del área jurídica se empeñará en
poner al final un texto que explique que “todos los datos aportados son...”
para cubrirse las espaldas en caso de que alguien le pueda poner una querella
por hacer ese tipo de publicidad (¿pero no habíamos quedado en que estábamos
haciendo una nota de prensa y no un anuncio?). También al director financiero
le gustaría añadir una coletilla que diga que la compañía cotiza en las bolsas
de Nueva York, etc. y que la compañía está incluida en tal índice bursátil. El
presidente revisará, cuando pueda, la citada nota de prensa y corregirá en rojo
(siempre tiene que dejar algún detalle de su aportación personal- que falta un
acento o que hay algún error tipográfico en el texto, y comprobará sobre todo
que no falte ninguna firma. Después, se enviará (debidamente traducida) a la
central y habrá que esperar a que contesten dando el OK.
Cuando
por fin la nota de prensa esté lista para salir, en la mayor parte de las
ocasiones ya habrá pasado el acontecimiento de actualidad del que se hablaba en
la misma y probablemente no se envíe. ¿Cómo va a enviarse, por ejemplo, una
nota que diga que “mañana martes” si resulta que ese martes fue hace tres días?
Otras
veces hay más suerte, ya que se ha preparado todo con tanta antelación que se
llega a tiempo, y en ese caso se puede enviar a todos los medios de
comunicación esa “hoja anuncio” a la que se titula “nota de prensa” cuyo
destino será la papelera, salvo en algunos medios en los que habitualmente se
ponen anuncios y que la incluirán (más o menos fidedigna según sea su nivel de
responsabilidad periodística) para mantener contento a su anunciante.
Pero
¿qué se esconde detrás de todo esto? Muy sencillo:
1.- Desconocimiento (los directores no saben comunicación y desconocen el mundo del periodismo).
2.-
Inseguridad (cuantas más firmas lleve, más repartida estará la
responsabilidad).
3.-
Soberbia (son incapaces de delegar en los expertos y sólo se fían de los cargos
que están a su mismo nivel o muy próximos a él).
Así
las cosas ¿cómo extrañarse de que la industria farmacéutica tenga mala imagen
ante la opinión pública?
Pero
no quiero acabar este artículo dejando un poso amargo en aquellos lectores que
sean profesionales de la comunicación en la industria farmacéutica. También hay
excepciones y yo tuve personalmente la suerte de vivirla. Hay presidentes que
confían en su responsable de comunicación y le dejan autonomía y autoridad
suficiente para enviar directamente –bajo su personal criterio y
responsabilidad- las notas de prensa, limitando el routing sólo a aquellas notas de marcado acento médico, y
estableciendo que sólo sea un médico (con sustitutos para evitar retrasos en
caso de reuniones, viajes, etc.) el que la revise.
La
consecuencia que se deriva de este proceder son las siguientes: una fluida
relación con los medios de comunicación, una generación constante de noticias
de la compañía y sus productos, una presencia constante en los medios de
comunicación de noticias relativas a dicha compañía y a sus productos, y
finalmente una información interesante y con credibilidad que alcanza a un gran
número de lectores y potencia notablemente la imagen de dicha compañía ante la
opinión pública. Ojalá proliferase más este tipo de presidentes, a los que
desde aquí brindo una vez más mi respeto, cariño y admiración.
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