(AZprensa) No es raro encontrar en la prensa de hoy día noticias con titulares de este tipo: “Los médicos cada vez peor pagados y con más desigualdades”. Por esto me viene a la memoria y creo conveniente recuperar –porque desgraciadamente no ha perdido actualidad- este artículo que escribí el 24 de noviembre de 2011:
“Cuando el PSOE llegó por primera vez al poder, en 1982, Alfonso Guerra (vicepresidente en el primer Gobierno), dijo que no pararía hasta ver a los médicos en alpargatas. Al final, lo ha conseguido.
La otrora insigne, reverenciada e indiscutible autoridad, que era el médico, ha perdido toda su aura. Primero, la masificación, para que la oferta de médicos superase a la demanda y así poder pagarles sueldos más bajos. Después, directamente, la contratación de médicos de otros países menos desarrollados, los cuales se conforman con sueldos más bajos. Y muchas otras medidas que me ahorro para no aburrir al lector. Pero la última estocada de gracia ha sido quitarles su poder de prescripción.
El médico era el que decidía qué marca de medicamento debía tomar cada paciente y esto hacía que todos los laboratorios se lo trabajasen afanosamente para convencerle de las cualidades de sus respectivas marcas. Pues justo ahí les han dado, donde más duele. Ahora los médicos ya no pueden recetar marcas, sino principios activos, y debe ser el farmacéutico quien dispense el medicamento más barato sea genérico o de la marca que sea.
En definitiva, a los laboratorios farmacéuticos ya no les interesa visitar médicos, puesto que estos han perdido el poder para prescribir marcas concretas, sino que les basta con visitar farmacias para que el farmacéutico dispense su marca. Antes que vender “cero”, los laboratorios han decidido igualar el precio de sus marcas con el de los medicamentos genéricos, con lo cual ahora casi todos los principios activos cuestan lo mismo, sean genéricos o de marca.
Como además farmacias hay 20.000 y médicos 200.000 las redes de ventas pueden disminuir drásticamente su tamaño, y así están todos los laboratorios con despidos masivos de personal, principalmente visitadores médicos.
El panorama no puede ser más desolador: los precios de los medicamentos están por los suelos (es más barato un yogur que un antihipertensivo), los laboratorios van a la ruina y sus empleados a la calle, los médicos son unos simples funcionarios mal pagados y desmotivados, los farmacéuticos venden más unidades pero recaudan mucho menos y encima deben esperar meses hasta que la Administración les pague, y los pacientes se ven abocados a una atención médica de menos calidad para recibir en la farmacia cada vez una marca distinta del mismo principio activo con lo cual no saben ni lo que están tomando”.
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