miércoles, 17 de diciembre de 2025

Los libros son un buen regalo, pero también hay que leerlos

(AZprensa) En Navidad, entre calcetines, perfumes y la enésima taza con mensaje motivacional, siempre aparece alguien que se salva del tópico: el que regala un libro. Y no es casualidad. Regalar libros es una de las costumbres más elegantes, inteligentes y duraderas que existen. Es un gesto que dice “te deseo tiempo lento, ideas nuevas y emociones profundas”, aunque lo diga sin palabras.
 
Un libro es cultura empaquetada con lazo. No caduca, no ocupa enchufes y mejora con los años. Abre puertas a mundos que no caben en una pantalla, entrena la empatía (porque te mete en la cabeza de personajes que nunca serás), fomenta la imaginación (esa facultad que se oxida si solo consumimos imágenes masticadas) y, sobre todo, acompaña. Está ahí en la mesilla cuando el mundo se pone demasiado ruidoso, en el bolso cuando el tren se retrasa, en el sofá cuando llueve un domingo entero. Leer relaja más que cualquier serie: baja el cortisol, mejora el sueño y, según estudios repetidos hasta la saciedad, retrasa el deterioro cognitivo. En resumen: es el regalo que sigue dando mucho después de que se acabe la turrón.
 
Pero aquí viene el pequeño drama nacional: en España se regalan muchísimos libros… y se leen bastante menos de los que se envuelven. Según el último barómetro del CIS, el 35 % de los españoles no lee nunca o casi nunca. Eso significa que hay miles de tomos preciosos condenados a hacer bulto en estanterías, a convertirse en pisapapeles decorativos o, peor aún, a ser re-regalados el año siguiente con la misma etiqueta de “Feliz Navidad” pegada en la primera página.
 
Regalar un libro está muy bien. Leerlo está mejor. Solo cuando abres sus páginas se activa la magia: el viaje a ciudades que no existen, la conversación silenciosa con autores que llevan décadas (o siglos) muertos, la risa inesperada en el metro, el nudo en la garganta a las tres de la madrugada. Todo eso no lo activa el gesto bonito de dejarlo debajo del árbol; lo activa el lector.
 
Así que este año, si vas a regalar libros (y ojalá lo hagas), acompaña el paquete con una promesa compartida: “Lo vamos a leer”. O, mejor aún, lee tú primero y pásalo después.
 
Y ya que estamos en época de recomendaciones, permitidme una muy personal y sincera. Si buscáis algo que enganche desde la primera línea, que mezcle emoción, humor, paisajes que casi se huelen y personajes que se quedan viviendo contigo, apuntad este nombre: Vicente Fisac. Este autor español tiene una trilogía de novelas que es pura vitamina para el alma:
“Novelas con corazón” 
“Novelas con aire nórdico” 
“Novelas escogidas”
 
Las tres están publicadas de forma independiente, se leen en una tarde o se saborean despacio, y funcionan igual de bien si quieres reír, emocionarte o simplemente desconectar del mundo un rato. Están disponibles en Amazon, tanto en papel como en Kindle, y son de esos libros que una vez terminados prestas con la advertencia “devuélvemelo, que lo quiero releer”.
 
Hagamos de estas fechas una Navidad llena de libros, sí, pero también llena de lectura. Porque los buenos libros son un regalo que permanece.



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