(AZprensa)
¿Te preocupa cómo llegar vivo a Reyes sin que explote tu hígado ni tu tarjeta
de crédito? Diciembre ya no es un mes. Es una prueba de resistencia digna de
los Navy SEALs, pero en vez de barro y granadas, el enemigo son los
langostinos, el coñá 12 años y las tías que te preguntan “¿Y tú para cuándo?”
mientras te rellenan la copa por tercera vez.
Aquí
va la guía definitiva para sobrevivir a la Navidad sin morir en el intento (ni
en la mesa).
1.- La comida de empresa (día oficial del postureo corporativo)
Lugar: restaurante pijo que nadie puede pronunciar.
Duración: de 14:30 a “¿pero esto lo paga la empresa o me lo descuentan del sueldo?”.
Estrategia de supervivencia:
Llega con la excusa preparada: “Estoy con antibiótico fuerte, solo agua con gas”. Nadie te creerá, pero reduces un 60 % las probabilidades de terminar cantando “Resistiré” encima de la mesa con el becario.
Come solo los platos que tengan nombre en francés. Suelen ser más pequeños y caros, así que nadie te juzga si repites poco.
Cuando saquen el carro de postres, di que eres intolerante a la lactosa, al gluten, al azúcar, a la alegría y a la vida en general. Funciona.
2.- La comida con proveedores (la del “esto va deducido, ¿no?”)
Aquí el objetivo no es comer: es hacer amigos.
El proveedor siempre pide el menú degustación de 18 pases “para compartir”. Traducción: 18 platos diminutos que te dejan igual de hambriento y con la misma sensación de culpa que si te hubieras comido un cochinillo entero.
Táctica maestra: Siéntate al lado del comercial más pelota. Él comerá el 80 % de todo “para no hacer el feo”. Tú solo asiente y di “esto está increíble” cada vez que pase un plato.
Lleva una bolsa de congelados en el maletero. Si te sobra fuerza (y fuet), robas del buffet y lo congelas. Navidad resuelta hasta febrero.
3.- La comida con clientes (el miedo come callando)
Aquí no se come: se representa.
Tú sonríes, dices “pues estamos cerrando un año redondo” y rezas para que el cliente no pida el reserva especial del 68 que cuesta lo mismo que tu nómina de enero.
Truco infalible: Pide siempre “lo mismo que el jefe”. Así, si la cuenta es un drama, la culpa es suya.
Lleva antiácido en el bolsillo del traje como si fueran caramelos Mentos. Te salvará la vida (y la digestión) cuando el cliente insista en brindar con orujo casero del pueblo.
4.- La comida de amigos (la del “esto lo pagamos a pachas… ¿o no?”)
Aquí ya nadie se corta: percebes, solomillo, gintonic de balón y después “vamos a un garito que me han dicho”.
A las 4 de la mañana estás cantando “La Macarena” en un karaoke con gente a la que juraste no volver a ver nunca más.
Supervivencia nivel experto: Propón el “pagan los que tienen pareja”. Solteros forever, gracias.
Come antes de salir de casa. Un buen plato de lentejas te hará de airbag contra los 47 brindis posteriores.
5.- La comida familiar (la definitiva)
Tres tías, dos abuelas, un primo que ahora es vegano “por conciencia” y tu madre diciendo “come que estás muy delgado” mientras te pone otro trozo de cordero del tamaño de una zapatilla.
Reglas de oro: Nunca, jamás, bajo ningún concepto, digas que estás lleno. Es considerado alta traición.
Lleva pantalón con goma. Es la única prenda que entiende la Navidad.
Cuando saquen el turrón, desaparece “a hacer una llamada importante”. Vuelve en 20 minutos: ya se lo habrán comido otros.
Bonus
track: el día que coincides dos comidas el mismo día. ¡Sí! ¡Pasa!
Te toca comida de empresa a las 14:30 y cena con los del instituto a las 21:00.
Solución: hibernación estratégica. Entre una y otra te metes en el coche, te echas el asiento para atrás y duermes como un oso drogado. 90 minutos de siesta = 4 horas de vida extra.
El kit de supervivencia obligatorio: Almax de viaje (formato bolsillo)
Pantalones dos tallas más grandes “por si refresca”.
Excusa universal: “Estoy haciendo el reto de los 30 días sin alcohol… pero en enero, claro”
Tarjeta de crédito secundaria (la que no le enseñas a tu pareja)
Y
recuerda la regla de oro de la Navidad española:
No se trata de comer bien. Se trata de sobrevivir para contarlo. Porque enero llegará, la báscula te odiará y tú prometerás “el año que viene me controlo”.
Spoiler: no lo harás. ¡Feliz comilona y próspero empacho!
Novelas con corazón
https://amzn.eu/d/8KzYhK1
Lugar: restaurante pijo que nadie puede pronunciar.
Duración: de 14:30 a “¿pero esto lo paga la empresa o me lo descuentan del sueldo?”.
Estrategia de supervivencia:
Llega con la excusa preparada: “Estoy con antibiótico fuerte, solo agua con gas”. Nadie te creerá, pero reduces un 60 % las probabilidades de terminar cantando “Resistiré” encima de la mesa con el becario.
Come solo los platos que tengan nombre en francés. Suelen ser más pequeños y caros, así que nadie te juzga si repites poco.
Cuando saquen el carro de postres, di que eres intolerante a la lactosa, al gluten, al azúcar, a la alegría y a la vida en general. Funciona.
Aquí el objetivo no es comer: es hacer amigos.
El proveedor siempre pide el menú degustación de 18 pases “para compartir”. Traducción: 18 platos diminutos que te dejan igual de hambriento y con la misma sensación de culpa que si te hubieras comido un cochinillo entero.
Táctica maestra: Siéntate al lado del comercial más pelota. Él comerá el 80 % de todo “para no hacer el feo”. Tú solo asiente y di “esto está increíble” cada vez que pase un plato.
Lleva una bolsa de congelados en el maletero. Si te sobra fuerza (y fuet), robas del buffet y lo congelas. Navidad resuelta hasta febrero.
Aquí no se come: se representa.
Tú sonríes, dices “pues estamos cerrando un año redondo” y rezas para que el cliente no pida el reserva especial del 68 que cuesta lo mismo que tu nómina de enero.
Truco infalible: Pide siempre “lo mismo que el jefe”. Así, si la cuenta es un drama, la culpa es suya.
Lleva antiácido en el bolsillo del traje como si fueran caramelos Mentos. Te salvará la vida (y la digestión) cuando el cliente insista en brindar con orujo casero del pueblo.
Aquí ya nadie se corta: percebes, solomillo, gintonic de balón y después “vamos a un garito que me han dicho”.
A las 4 de la mañana estás cantando “La Macarena” en un karaoke con gente a la que juraste no volver a ver nunca más.
Supervivencia nivel experto: Propón el “pagan los que tienen pareja”. Solteros forever, gracias.
Come antes de salir de casa. Un buen plato de lentejas te hará de airbag contra los 47 brindis posteriores.
Tres tías, dos abuelas, un primo que ahora es vegano “por conciencia” y tu madre diciendo “come que estás muy delgado” mientras te pone otro trozo de cordero del tamaño de una zapatilla.
Reglas de oro: Nunca, jamás, bajo ningún concepto, digas que estás lleno. Es considerado alta traición.
Lleva pantalón con goma. Es la única prenda que entiende la Navidad.
Cuando saquen el turrón, desaparece “a hacer una llamada importante”. Vuelve en 20 minutos: ya se lo habrán comido otros.
Te toca comida de empresa a las 14:30 y cena con los del instituto a las 21:00.
Solución: hibernación estratégica. Entre una y otra te metes en el coche, te echas el asiento para atrás y duermes como un oso drogado. 90 minutos de siesta = 4 horas de vida extra.
El kit de supervivencia obligatorio: Almax de viaje (formato bolsillo)
Pantalones dos tallas más grandes “por si refresca”.
Excusa universal: “Estoy haciendo el reto de los 30 días sin alcohol… pero en enero, claro”
Tarjeta de crédito secundaria (la que no le enseñas a tu pareja)
No se trata de comer bien. Se trata de sobrevivir para contarlo. Porque enero llegará, la báscula te odiará y tú prometerás “el año que viene me controlo”.
Spoiler: no lo harás. ¡Feliz comilona y próspero empacho!
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