viernes, 12 de diciembre de 2025

El silencio de los laboratorios: ¿Por qué en España casi nadie quiere decir cuánto gana?

(AZprensa) En cualquier otro sector, facturar más de 500 o 1.000 millones de euros al año sería motivo de orgullo y de portada. En la industria farmacéutica española, sin embargo, es casi un secreto de Estado. Si uno busca los resultados económicos de las filiales españolas de las grandes multinacionales —Pfizer, Novartis, Roche, AstraZeneca, Sanofi, MSD, Lilly o GSK— se encontrará con un muro. Ni comunicados de prensa locales, ni entrevistas a directivos, ni datos desglosados por país en sus webs españolas. Los periodistas que cubren sanidad suelen enterarse de las ventas mundiales porque la matriz en Nueva Jersey, Basilea o Copenhague envía una nota de prensa internacional. Nunca porque la filial española se haya dignado a compartirla.
 
¿Por qué este miedo a la transparencia?
 
Fuentes del sector, directivos y exdirectivos que prefieren hablar bajo anonimato resumen la respuesta en tres palabras: «Aquí publicar beneficios es peligroso».

1. La Administración castiga al que destaca. Cada año, el Ministerio de Sanidad revisa los precios de referencia de miles de medicamentos y, en la práctica, obliga a bajadas generalizadas. Los laboratorios saben que cuanto más visible sea su cuenta de resultados en España, más probabilidades hay de que la Dirección General de Cartera Básica les cite para una «revisión extraordinaria» de precios. «Si publicas que has crecido un 8 % en España, al año siguiente te bajan el precio un 10 % para compensar», resume un exdirectivo de una big pharma que trabajó veinte años en Madrid. A eso se suma el retraso sistemático en la financiación de nuevos fármacos (España es uno de los países europeos que más tarda en aprobar precios y reembolso), la exclusión de medicamentos del nomenclátor de la Seguridad Social y los límites de gasto farmacéutico que tienen muchos médicos de atención primaria. «El mensaje que recibe la industria es claro: cuanto menos ruido hagas, menos te tocan», explica un consultor que asesora a varias multinacionales.
 
2. Las sociedades científicas y los médicos: «Dadnos dinero, pero no digáis que sois ricos». Congresos nacionales, cursos de formación, becas de investigación, libros, simposios… La mayoría de las actividades de las sociedades médicas españolas dependen, en mayor o menor medida, del patrocinio farmacéutico. «Si un laboratorio publica que ha ganado 600 millones en España, al día siguiente tiene a diez sociedades científicas y a medio centenar de investigadores líderes de opinión pidiéndole dinero con más insistencia», reconoce el responsable de relaciones institucionales de una compañía mediana. El resultado es una coreografía perfectamente ensayada: las empresas patrocinan generosamente, pero a cambio piden «discreción» sobre sus cifras locales.
 
3. El relato público: «Los medicamentos salvan vidas, pero las farmacéuticas son el diablo». Encuestas del CIS y del Ministerio de Sanidad lo confirman año tras año: los ciudadanos españoles valoran muy positivamente los medicamentos (puntuaciones por encima de 8 sobre 10), pero suspenden a la industria farmacéutica (notas entre 4 y 5).
Los medios generalistas, salvo honrosas excepciones, alimentan ese relato: titulares sobre «beneficios récord» cuando salen las cuentas mundiales, pero escaso espacio para contar que España invierte en I+D farmacéutica el triple que hace diez años, que exporta hemoderivados y vacunas a más de 100 países o que empresas como Grifols, Rovi o Almirall cotizan en bolsa y generan miles de empleos cualificados.
 
Las excepciones que confirman la regla: Solo los laboratorios españoles que cotizan en el Mercado Continuo están obligados a publicar sus cuentas detalladas: Grifols, Rovi, Faes Farma, Reig Jofre, Almirall o PharmaMar. Curiosamente, son los únicos que presumen abiertamente de sus cifras cuando son buenas. El resto —incluso filiales de multinacionales que en sus países de origen hacen gala de transparencia— optan por el perfil bajo en España. «Aquí no se premia la transparencia, se castiga», sentencia un veterano director general que dejó el sector hace dos años. «Mientras el entorno regulatorio, asistencial y mediático siga siendo tan hostil a la cuenta de resultados, nadie va a levantar la mano para decir cuánto gana. Es una cuestión de supervivencia».
 
En un país que presume de tener uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, la industria que lo sostiene prefiere seguir trabajando en la sombra. Paradójico, pero… comprensible.
 

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