(AZprensa)
Dar una limosna es un gesto humano, casi instintivo: vemos sufrimiento y
queremos aliviarlo de inmediato. Es generosidad, es misericordia. Pero también
es, con demasiada frecuencia, una trampa disfrazada de bondad. Porque la
limosna no saca a nadie de la pobreza; solo la maquilla. Lo que verdaderamente
dignifica y libera es el trabajo: un empleo estable, con un salario que permita
planificar una vida, educar a los hijos y mirar al futuro sin miedo. El resto
es caridad que, paradójicamente, puede convertirse en cadena.
España
es hoy laboratorio vivo de esta contradicción. Durante la pandemia, el Gobierno
de Pedro Sánchez impuso uno de los confinamientos más duros y prolongados de
Europa. El resultado fue previsible: cientos de miles de negocios cerrados,
millones de empleos destruidos y una pobreza que se disparó hasta niveles que
no veíamos desde hacía décadas. En lugar de centrarse en reactivar la economía
con urgencia, el Ejecutivo optó por la vía rápida: subvenciones, rentas y
ayudas. Primero llegó el Ingreso Mínimo Vital (IMV) en mayo de 2020, presentado
como “escudo social”. Después vinieron el complemento de ayuda a la infancia,
el subsidio para mayores de 52 años, la nueva ayuda de 500 euros para
ex-parados que agotan la prestación, y una cascada de bonos y cheques que no
cesa.
A
simple vista, todo parece admirable. Pero la realidad que viven los beneficiarios
es bien distinta. Conseguir cualquiera de estas ayudas es un calvario
burocrático que puede durar meses, incluso años. Una vez concedidas, la trampa
se cierra: el beneficiario se enfrenta a un dilema cruel. ¿Renuncio a la ayuda
segura (aunque sea de miseria) por aceptar un trabajo? La mayoría de ofertas
laborales que aparecen son contratos temporales de tres, seis o nueve meses,
con salario mínimo o poco más. Si aceptas, pierdes automáticamente la
prestación. Cuando el contrato acaba –y en España siete de cada diez nuevos
contratos son temporales–, te quedas sin nada. Y vuelta a empezar: nuevas colas
virtuales, nuevos papeles, nuevas esperas de meses para que te reconozcan de
nuevo el derecho.
¿Quién
en su sano juicio arriesga la comida de sus hijos por cuatro o cinco meses de
sueldo mínimo y la certeza de volver al limbo administrativo? Muy pocos. El
resultado es devastador: miles de personas terminan acomodándose a vivir con
500, 600 o 700 euros al mes, sin buscar trabajo activamente, porque cualquier paso
en falso les puede dejar peor que antes. La ayuda, que nació para ser puente,
se convierte en prisión. Y la prisión, con el tiempo, genera dependencia y, lo
que es peor, fidelidad política.
Porque
mantener a cientos de miles de familias con esas cantidades cuesta
relativamente poco al Estado. Basta con seguir subiendo impuestos a empresas,
autónomos y clase media-alta, exprimir el IRPF de los que sí trabajan y seguir
endeudando al país. El cálculo es cínico pero eficaz: por unos cientos de euros
al mes compras silencio, gratitud y, sobre todo, votos. El beneficiario sabe
perfectamente quién le da de comer. Y cuando lleguen las elecciones, la mayoría
recordará la mano que le alimentó, no la que le negó un futuro.
Esto
no es asistencia social; es clientelismo del siglo XXI. Es la versión moderna
del “pan y circo”, solo que ahora el pan llega por transferencia bancaria y el
circo son las promesas de más y más ayudas. Mientras tanto, la economía real se
asfixia: las empresas, ahogadas en cotizaciones y regulaciones, no crean empleo
estable; los jóvenes emigran; los mayores de 45 años son descartados sin
miramientos. Y el Gobierno celebra récord histórico de afiliados a la Seguridad
Social… sin mencionar que gran parte de ese récord lo firman empleos públicos y
contratos basura.
La
verdadera solidaridad no consiste en mantener a la gente en la cuneta con una
manta. Consiste en levantar la cuneta, asfaltar la carretera y darles un
vehículo para que circulen por sí mismos. Eso requiere menos propaganda y más
reformas valientes: bajar impuestos a quien crea empleo, flexibilizar el
mercado laboral sin precarizarlo, simplificar la burocracia que ahoga a pymes y
autónomos, y apostar de verdad por la formación y la industria.
Mientras
sigamos confundiendo caridad con justicia, seguiremos teniendo pobres
agradecidos en lugar de ciudadanos libres. Y el país, en vez de avanzar,
seguirá atado a la limosna que esclaviza y, sobre todo, fideliza al que la
reparte.
Novedad: Trilogía de novelas (disponible en Amazon en tapa dura, tapa blanda y eBook)
https://azpressnews.blogspot.com/2025/12/trilogia-de-novelas-de-vicente-fisac.html
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