Ante la imposibilidad de mantener unas redes comerciales de
visitadores médicos que visiten a todos los médicos, o ante la imposibilidad
(trabas impuestas por las Autoridades Sanitarias) de visitar a los médicos
todos los meses, los laboratorios encontraron hace ya tiempo el camino de las
“licencias”. Se trata de ceder a otro laboratorio un producto para que ambos
laboratorios lo comercialicen, aunque cada uno con un nombre distinto aun tratándose
exactamente del mismo producto. De esta forma, el médico recibe un día al
visitador del laboratorio A que le presenta el producto X y al día siguiente
recibe al del laboratorio B que le presenta el producto Y. Posiblemente el
médico se de cuenta que se trata del mismo producto pero, si está convencido de
su utilidad recetará aquél cuyo visitador le caiga más simpático o cuyo
laboratorio le haya invitado a congresos, reuniones, etc. en más ocasiones.
También es frecuente que –si el médico está convencido que
ese producto es eficaz- decida recetar los dos para que sus pacientes no
piensen que “ese médico receta siempre lo mismo”; así las recetas aparecen con
distintas marcas comerciales aunque en realidad el principio activo es el
mismo.
Por ejemplo, AstraZéneca y Novartis acordaron en 1999
comercializar el antiasmático zafirlukast, la primera con el nombre comercial
de “Accolate” y la segunda con el nombre comercial de “Olmorán”.
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