La investigación y desarrollo de un nuevo producto
farmacéutico, hasta que por fin ese producto llega al mercado supone una
inversión superior a los 900 millones de dólares y un periodo de tiempo entre
10 y 12 años. Atrás habrán quedado más de 10.000 moléculas estudiadas y
desechadas y aún así no habrá que cantar victoria. Solo uno de cada tres nuevos
productos lanzados al mercado suele conseguir recuperar la inversión realizada
ya que otros laboratorios también lanzaron nuevos productos en esas mismas
áreas terapéuticas. En un mercado tan competitivo como el farmacéutico, no sólo
hay que ser innovador; también hay que ser el primero en esa carrera de 10
años.
Ahora bien, cuando al cabo de esos 10 ó 12 años se lanza el
nuevo producto al mercado, hay que conseguir la aprobación y precio en cada uno
de los países donde se quiere comercializar y eso lleva bastante tiempo (sobre
todo en España) y supone regateos y bajadas de precio (sobre todo en España).
Total, que desde que se empezó la investigación hasta que el producto está
disponible para el público han pasado 12 o 13 años y llega el momento de
disfrutar de la tan merecida “exclusividad” (nadie más que el laboratorio
investigador puede comercializarlo) durante un periodo de 20 años. Pero resulta
que esos 20 años comienzan a contar desde el inicio de la investigación, esto
quiere decir que el laboratorio solo dispone de unos siete años para disfrutar
de su exclusividad, amortizar la inversión realizada y lograr beneficios que le
permitan seguir investigando otros productos; a partir de ahí, cualquier
laboratorio puede copiar impunemente el producto y comercializarlo.
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