(AZprensa) Tras la
presentación en el Conference Hall de Londres de los primeros resultados
económicos de la recién fusionada AstraZéneca, los directivos de esta compañía
invitaron a los periodistas que se habían desplazado a Londres desde distintos
países de todo el mundo, a una cena en un marco exclusivo y al que muy pocas
organizaciones habían tenido acceso, tanto que esta fue la última vez que pudo
celebrarse un acto de este tipo; se trataba de Apsley House, la que fue
residencia del duque de Wellington, un edificio histórico convertido en museo.
Edificado entre
1771 y 1778, este edificio neoclásico diseñado por el arquitecto Robert Adam, y
que se levanta junto a Hyde Park, ha sido conocido como “la casa Nº 1 de
Londres” y dicen de él que no existe otro edificio más renombrado en la ciudad.
En 1947 el duque
de Wellington donó el edificio a la ciudad en lo que se ha considerado la
donación más generosa del siglo XX en aquél país. Unos años después, en 1952,
el edificio abrió sus puertas al público ya transformado en museo, ofreciendo
una de las más importantes colecciones de pintura, porcelana, escultura,
mobiliario, etc. que pueda contemplarse en toda la ciudad.
Una escultura de
Napoleón, de 3,5 metros de altura, del escultor Antonio Cánova, preside la
escalera de acceso a las plantas superiores. Antes, junto al hall de entrada,
puede contemplarse una de las colecciones más amplias de platos de porcelana y
diversas piezas de orfebrería. Ya en el piso superior se encuentran varias
salas que ofrecen una impresionante colección de obras de arte y que dan paso
al salón de banquetes “Waterloo”.
Presidido por un
gran óleo del duque de Wellington, las paredes de este salón –que se conserva
exactamente igual que en su época original- contienen un total de 70 cuadros. A
lo largo de los 27 metros de longitud de sus paredes pueden contemplarse
cuadros de Velázquez (como “El aguador” o el “Retrato del papa Inocencio X”),
Murillo, Goya, Rubens, Ribera, Moro, Brueguell, Van Dyck, Teniers o Van der
Hieden.
Una parte
importante de las pinturas que alberga este museo fueron donadas por el rey
Fernando VII de España al duque de Wellington en reconocimiento a su ayuda por
la expulsión de los franceses. Tras la batalla de Victoria, en 1813, fue
capturado un carruaje de José Bonaparte que contenía 200 cuadros. El duque de
Wellington se ocupó de catalogarlos y restaurarlos, tras lo cual ofreció
devolverlos a España. Sin embargo el rey español, conmovido por este detalle,
rechazó la oferta y le otorgó la propiedad de los mismos como símbolo de
agradecimiento.
En 1852 el duque
de Wellington ofreció a los oficiales del ejército que habían combatido con él
en la batalla de Waterloo, un banquete de celebración en su nueva residencia.
Una costumbre que se repitió todos los años de su vida y que se convirtió en
uno de los acontecimientos sociales más importantes de Inglaterra, al que todas
las personalidades deseaban asistir.
Ciento cuarenta
y ocho años después, ya convertido en museo, el salón Waterloo de esta mansión
albergó la celebración de los primeros resultados de la nueva compañía. Sólo en
muy contadas ocasiones se había alquilado este edificio a determinadas empresas
que quisiesen celebrar allí algún acontecimiento muy especial, algo que –además
del importe económico- suponía multitud de gestiones y trámites realmente
difíciles de culminar. En virtud de las valiosas obras de arte que encierra en
su interior, y por motivos de conservación, este tipo de actividades llegó a su
fin con esta original cena, por lo que a partir de aquél momento sólo admitió
visitas de turistas como cualquier otro museo.
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