(AZprensa) De
siempre, las agencias de comunicación (y me refiero a los buenos profesionales
que trabajan en ellas) se han encontrado ante sus clientes en una difícil
situación: acatar las órdenes de quien les paga (su cliente) sin rechistar para
que no se enfaden y así no perder la cuenta, o hacerles ver que quien más
entiende de comunicación son ellos y que la forma correcta de hacer las cosas
es la que propone la agencia. No es algo nuevo pero ahora, en tiempos de
crisis, cuando cada vez es más difícil conseguir una cuenta, los precios son
más bajos y la competencia más dura, se ha agudizado.
Un
buen profesional de la comunicación sabe cuándo es oportuno realizar o no una
rueda de prensa, cuál debe ser el enfoque a realizar en la misma, quién y cómo
puede actuar de portavoz, cómo debe enfocarse una nota de prensa, cómo debe
atenderse a los periodistas, etc. Pero el profesional de la comunicación que
trabaja en la agencia no siempre tiene como interlocutor en el otro lado a un
profesional de la comunicación, e incluso cuando lo tiene, este último se ve
atado por las exigencias de sus jefes (el dinero suele estar en el departamento
de Marketing no en el de Comunicación) y aunque luche ante sus jefes por
defender las tesis de la agencia u otras similares, se impondrá finalmente la
de aquellos que habrán de soportar esas medidas en sus presupuestos.
Quienes
desde las empresas solicitan los servicios de una agencia (y no me refiero a
los profesionales de la comunicación que puedan trabajar en dichas empresas,
sino a los otros), sólo piensan en sus respectivos jefes. Por supuesto que les gustaría
que la campaña de comunicación fuese un éxito; que los periodistas la acogiesen
con agrado y la difundiesen en sus medios; que la población objetivo de la
campaña se viese alcanzada e impactada por los mensajes... pero todo esto les
resulta secundario. Para ellos su audiencia real son sus jefes y los jefes de
sus jefes. Eso es lo único importante.
Si
a la rueda de prensa –por poner un ejemplo- sólo acuden cuatro periodistas,
resulta un monólogo aburrido de un portavoz poco locuaz, apenas si se publican
dos o tres reseñas, los mensajes no tienen difusión y no se entera de ellos
casi nadie... pero sin embargo se ha preparado en base a unos maravillosos Power Point, se desarrolla una amplia
gama de intenciones de lo que pretendía la campaña adornada con fechas, grupos
de trabajo, reuniones, y todo ello presentado tanto a nivel del Comité de
Dirección central como del Internacional, y estos últimos quedan deslumbrados
por todas esas iniciativas... el éxito se habrá logrado.
En
esta tesitura, la agencia de comunicación como mucho, puede sugerir tímidamente
cómo a su entender se podrían hacer las cosas, pero debe aceptar sin rechistar
cuantas imposiciones le marque el cliente. A fin de cuentas, la agencia tiene
unos empleados y unas nóminas que pagar a fin de mes. Si no lo hacen ellos así,
lo harán otros; por consiguiente empecinarse en conseguir que el trabajo se
haga bien cuando el cliente no quiere, sólo sirve para perder esa cuenta y que
el trabajo salga mal a cargo de otra agencia. Al menos, una buena agencia,
seguirá las instrucciones del cliente tratando de poner de su parte todo lo
posible por suavizar los evidentes errores de planteamiento, algo que otra
agencia menos profesional ni siquiera cuidaría.
Pero
también existen otras agencias que, conscientes de esta situación y ante la
necesidad de ganar clientes, ya de entrada se centran en hacer propuestas “del
gusto” de los clientes. Son los que yo llamo “vendedores de humo”. Lo presentan
de forma magistral y obtienen el aplauso de los jefes nacionales e
internacionales. Después se pondrá en marcha sólo una pequeña parte de lo
proyectado, los resultados serán escasos... pero no importa, todo eso se
vestirá con profusión de gráficas, datos, fechas y citas de reuniones, nuevos
comités de expertos (contratados y pagados), y un apunte de nuevos estudios,
reuniones, y planes que deberán realizarse y para los cuales esta agencia está
perfectamente preparada para llevar a cabo.
Mientras
haya jefes que impongan ruedas de prensa para lo que sólo requeriría una nota
de prensa como mucho, la redacción sea al dictado de Marketing, se desconozca
el mundo de los medios e incluso consideren que estos deben estar a su
servicio, acepten acciones de patrocinio en las que sólo quien recibe el dinero
sabe quién se lo ha dado porque el único reflejo público del mismo es un simple
logo, etc. el único futuro posible es el actual presente.
Las
Agencias de Comunicación, las buenas, están entre la espada y la pared y la
situación actual sólo les permite tragarse su profesionalismo para mitigar un
poco la prepotencia de sus clientes. ¡Qué fácil sería si cada uno confiase en
los expertos, sean estos contratados de una empresa exterior o sus propios
empleados!
2 comentarios:
Cada vez hay que renovarse más y buscar nuevas formas de comunicar con las personas ya que el tiempo va pasando y la publicidad debe de ir cambiando de la misma manera. Excelente artículo
Gracias por tu comentario, Denoriega. En efecto, el que no evoluciona y se adapta a los nuevos tiempos (permanentemente cambiantes) acaba desapareciendo.
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