(AZprensa)
El tomate procesado (latas de tomate frito, procesado, kétchup, salsas, etc.)
tiene un mercado realmente importante dentro del sector de alimentación. Sin
embargo, desde que se recoge el tomate de su plantación hasta que finalmente se
envasa, transcurren muchos días (transporte, almacenamiento, procesado…) y esto
obliga a que haya que recolectar los tomates cuando aún están verdes, antes de
que maduren. De esta forma, irán “madurando” por el camino hasta su procesado
final. Está claro que no es lo mismo el sabor de un tomate madurado en el campo
que uno que ha recolectado verde y ha ido madurando en un largo trasiego de
kilómetros, trasvases y procesos y días. Tú mismo puedes hacer la prueba y
comer cualquier fruto cogido directamente por ti del árbol o de la planta y
comprobar cómo sabe mejor que el que compras en el supermercado.
Así
que un buen día, a unos investigadores se les ocurrió la idea de modificar unos
genes del tomate para que aguantase maduro, en su pleno esplendor, muchos más
días. De esta forma se podría recolectar cuando estuviese maduro y no antes, y
aguantar en perfectas condiciones todos los días que transcurres hasta que se
introduce como kétchup en un bote o como frito o triturado en una lata.
La
idea era genial y la posibilidad real, pero… ¡ojo! había en todo este proceso
unas palabras malditas: “modificación genética”.
Por
eso he querido indagar en esta historia que –como veréis- tienen “mucho tomate”
tanto en sentido literal como figurado…
Contexto
del tomate transgénico de ICI
El
grupo químico multinacional ICI (Imperial Chemical Industries), a través de su
división de biociencias (que más tarde se convirtió en Zeneca), trabajó en los
años 80 y 90 en la modificación genética de tomates para mejorar su vida útil
postcosecha. El objetivo era retrasar el proceso de ablandamiento (softening)
durante la maduración, lo que permitía recolectar los tomates en un estado más
maduro, preservando su sabor y calidad, mientras soportaban el transporte y el
procesamiento industrial.
La
tecnología utilizada era similar a la del tomate Flavr Savr, que introdujo un
gen antisentido para inhibir la producción de poligalacturonasa (PG), una
enzima responsable del ablandamiento de la pared celular del tomate durante la
maduración. Esto resultaba en un tomate con una vida útil extendida, ideal para
productos procesados como pasta de tomate o tomate triturado enlatado.
Don
Grierson, un científico destacado en el campo de la biotecnología vegetal,
participó en la investigación de este tomate transgénico para Zeneca,
enfocándose en la manipulación genética para reducir la actividad de la
poligalacturonasa.
Comercialización en el Reino Unido:
Entre
1996 y 1999, Zeneca comercializó una pasta de tomate hecha con estos tomates
transgénicos en el Reino Unido, que se vendió en importante cadenas de
supermercados como Sainsbury’s y Safeway. Este producto, claramente etiquetado
como transgénico, era un 20% más barato que la pasta de tomate convencional
debido a la eficiencia en la producción (menor desperdicio por ablandamiento y
mejor rendimiento en el procesamiento). Se vendieron 1.8 millones de latas
durante este período, y en un momento dado, la pasta transgénica superó en
ventas a la convencional.
Sin embargo, las ventas cayeron drásticamente en el otoño de 1998 debido a un cambio en la percepción pública sobre los alimentos transgénicos, impulsado por campañas de activistas, atención mediática y un incidente notable en el Reino Unido: el caso de Árpád Pusztai, un científico que afirmó (sin pruebas concluyentes) que las patatas transgénicas causaban daños en ratas de laboratorio. Esto generó una reacción pública negativa hacia los transgénicos en general, afectando productos como la pasta de tomate de Zeneca que, a finales de los años 90 dejó de comercializarse debido a la caída en las ventas y la oposición a los organismos genéticamente modificados (OGM). En España, al igual que en muchos otros países, nunca llegó a estar comercializado si bien la empresa de semillas SES Ibérica contribuyó a los estudios sobre este tomate a través de campos de experimentación debidamente controlados para evitar cualquier interferencia con tierras y cultivos vecinos.
Comercialización en el Reino Unido:
Sin embargo, las ventas cayeron drásticamente en el otoño de 1998 debido a un cambio en la percepción pública sobre los alimentos transgénicos, impulsado por campañas de activistas, atención mediática y un incidente notable en el Reino Unido: el caso de Árpád Pusztai, un científico que afirmó (sin pruebas concluyentes) que las patatas transgénicas causaban daños en ratas de laboratorio. Esto generó una reacción pública negativa hacia los transgénicos en general, afectando productos como la pasta de tomate de Zeneca que, a finales de los años 90 dejó de comercializarse debido a la caída en las ventas y la oposición a los organismos genéticamente modificados (OGM). En España, al igual que en muchos otros países, nunca llegó a estar comercializado si bien la empresa de semillas SES Ibérica contribuyó a los estudios sobre este tomate a través de campos de experimentación debidamente controlados para evitar cualquier interferencia con tierras y cultivos vecinos.
Razones
por las que el proyecto no prosperó
Oposición
pública y mediática: A finales de los años 90, la controversia sobre los OGM
creció en Europa, especialmente en el Reino Unido. El incidente de Pusztai y
las campañas anti-transgénicos llevaron a Sainsbury’s y Safeway a comprometerse
a eliminar ingredientes transgénicos de sus productos de marca propia, lo que
afectó directamente la comercialización de la pasta de tomate de Zeneca.
Limitaciones
técnicas: Aunque el tomate transgénico de Zeneca tenía una vida útil mejorada,
no resolvía completamente los problemas de firmeza necesarios para la
recolección mecánica, un desafío similar al enfrentado por el Flavr Savr. Esto
limitaba su ventaja competitiva frente a variedades convencionales mejoradas
mediante cruzamiento tradicional.
Regulaciones
y mercado: La Unión Europea impuso regulaciones más estrictas sobre los OGM, y
la percepción negativa de los consumidores llevó a un declive en la demanda de
productos transgénicos. Esto desincentivó la inversión en este tipo de
tecnologías.
Competencia
con variedades tradicionales: En España, la industria del tomate para
procesamiento (como en Extremadura, que produce el 48% de las exportaciones de
tomate enlatado del país) se benefició de mejoras en variedades convencionales,
como las “long life” con el gen Mi para resistencia a nematodos. Estas variedades,
desarrolladas mediante cruzamiento tradicional, ofrecían una vida útil
prolongada sin la controversia de los transgénicos.
Y
es que en España, la industria del tomate para procesamiento ha prosperado
gracias a variedades convencionales y técnicas de mejora genética no
transgénica, como las coordinadas por la “Mesa del Tomate” en Extremadura, que
han aumentado los rendimientos agrícolas de 90 a 100 toneladas por hectárea
desde 2001. Además, proyectos como el Biocopac han aprovechado subproductos del
tomate (como pieles) para aplicaciones innovadoras, como barnices para envases
metálicos.
Aunque
los tomates transgénicos como el Flavr Savr y el de Zeneca fueron pioneros, la
investigación actual se centra más en técnicas de edición genética (como
CRISPR) y variedades tradicionales de larga vida útil, como las landraces
mediterráneas “Corbarino” y “Lucariello”, que ofrecen una vida útil de 5 a 12
meses sin modificaciones genéticas.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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