¿Qué somos en el sueño profundo?

(AZprensa) Existe una región del sueño tan profunda que casi nunca logra atravesar el umbral de la memoria. Al despertar, apenas retenemos jirones de la fase final, y aun esos los traducimos torpemente al lenguaje de lo físico: personas que conocemos, casas donde hemos vivido, objetos cotidianos… como si el alma, al regresar, tuviera que vestirse apresuradamente con las ropas del mundo que dejamos al acostarnos.
 
Pero más allá de esas imágenes de superficie, en los estratos más hondos del sueño, algo muy distinto ocurre.
 
Allí la conciencia no duerme: se expande.
 
Allí nos encontramos con otras dimensiones de nosotros mismos, con facetas de nuestra identidad que durante el día permanecen ocultas. Allí convivimos —a veces simultáneamente— con realidades paralelas en las que también existimos, aunque la mente despierta las ignore por completo.
 
¿Qué hacemos en ese estado?
 
Lo que la ciencia apenas roza con sus instrumentos, los místicos lo han descrito desde siempre: trabajamos.
 
Aprendemos lecciones que todavía no estamos preparados para entender con la mente diurna. Revisamos vidas. Sanamos heridas que ni siquiera sabemos que llevamos. Colaboramos con seres y energías que nos acompañan desde antes de nacer. Jugamos, creamos, viajamos, enseñamos, somos enseñados…
 
Lejos de estar apagados, es precisamente en esa fase sin sueños recordados cuando nuestra alma está más despierta y más activa que  Paradójicamente, el sueño profundo no es inconsciencia: es hiperconsciencia.
 
Solo que la memoria ordinaria no tiene permiso para entrar en esa cámara sagrada.
 
Sin embargo, cada vez que intentamos recordar aunque sea un sueño aparentemente absurdo, cada vez que anotamos un símbolo, una sensación, una frase suelta, estamos abriendo una grieta en la pared. Estamos entrenando al yo diurno para que, poco a poco, pueda asomarse al océano que hay detrás de sus ojos cerrados.
 
Porque ese mundo sin fronteras no está fuera de nosotros.
Está dentro, esperando pacientemente a que dejemos de dormir… para despertar de verdad.
 

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