(AZprensa)
En las profundidades del este de la República Democrática del Congo, donde la
Tierra se rasga en un abrazo tectónico milenario, se alza el monte Nyiragongo,
un titán de fuego eterno que desafía el silencio de la noche con su resplandor
incesante. Conocido como "el volcán que nunca duerme" por su lago de
lava perpetuo, Nyiragongo no es solo un paisaje de postal infernal, sino un
recordatorio vivo de la furia creativa del planeta. Ubicado en el Parque
Nacional de Virunga, a solo 12 kilómetros al norte de la bulliciosa ciudad de
Goma y al borde del lago Kivu, este estratovolcán de 3.470 metros de altura
amenaza y fascina a partes iguales.
Nyiragongo
forma parte de la cadena de los Montes Virunga, un archipiélago volcánico en la
rama occidental del Gran Valle del Rift de África Oriental. Esta grieta
tectónica, donde las placas africana y somalí se separan a un ritmo de
centímetros por año, permite que el magma ascienda desde el manto profundo,
alimentado por un punto caliente subyacente. El volcán se erige empinado y
cónico, contrastando con su vecino escudo, el Nyamuragira, y rodeado de cientos
de conos de ceniza de erupciones laterales. Su cráter principal mide unos 2
kilómetros de diámetro y alberga un lago de lava que, en su punto más bajo,
desciende hasta 900 metros por debajo del borde.
Lo
que hace único a Nyiragongo es su composición: rocas ultramáficas ricas en
alcalinos y bajas en sílice, que generan lavas excepcionalmente fluidas,
capaces de fluir a velocidades de hasta 100 km/h, como ríos de fuego
imparables. Junto con Nyamuragira, estos dos volcanes representan el 40% de las
erupciones históricas de África, un legado de actividad que se remonta al menos
a hace 12.000 años.
Historia
eruptiva
Desde
1882, Nyiragongo ha registrado al menos 34 erupciones, muchas de ellas
continuas durante años, con un promedio de actividad en 88 de los últimos 126
años. Su estilo es efusivo: flujos de lava masivos en lugar de explosiones cataclísmicas,
aunque no exento de drama.
1977: La carrera contra la lava más rápida del mundo. El 10 de enero, las paredes del cráter se fracturaron, drenando el lago de lava en menos de una hora. El flujo descendió a 60 km/h, arrasando aldeas como Kibati y Moniki, y cobrando al menos 50 vidas. Este evento, el más veloz registrado, alertó al mundo sobre sus peligros y lo designó como "Volcán de la Década" en 1991 para estudios prioritarios.
2002: El infierno sobre Goma. Tras meses de sismos y fumarolas, el 17 de enero una fisura de 13 km se abrió en el flanco sur. La lava cubrió el 13% de Goma, destruyendo 14.000 hogares, el aeropuerto y parte del lago Kivu. Mató a 245 personas —muchas por asfixia con dióxido de carbono— y desplazó a 400.000. Terremotos posteriores colapsaron más edificios durante meses.
2021: Una erupción sin preámbulos. El 22 de mayo, sin señales precursoras claras, una fisura lateral expulsó lava que se acercó al aeropuerto de Goma y cortó carreteras. Miles evacuaron en pánico; al menos 32 murieron en accidentes durante la huida, y 37 desaparecieron. Destruyó cientos de hogares y dejó sin luz amplias zonas, exacerbando la crisis por COVID-19 en la región.
Estas
erupciones no solo alteran mapas, sino vidas: la lava ha cubierto miles de hectáreas,
pero también enriquece suelos para una agricultura precaria en una zona de
conflictos armados.
El
alma de Nyiragongo late en su cráter: un lago de lava que burbujea
ininterrumpidamente desde al menos 1921, el más grande y activo del mundo.
Confirmado en 1948 con 120.000 m², ha fluctuado en tamaño y profundidad —de 600
m en 1977 a unos 300 m en épocas recientes—. En 2016, un nuevo respiradero se
abrió en el borde noreste tras rumores locales de rugidos. Para 2020, el nivel
ascendía, presagiando la erupción de 2021. Hoy, confinado en un cono de ceniza
de 18 m de alto, el lago emite incandescencia nocturna visible a decenas de
kilómetros, un faro rojo en la oscuridad congoleña.
Nyiragongo
no duerme porque la Tierra no lo permite: es el pulso de un continente en
movimiento, donde destrucción engendra vida. En octubre de 2025, su lago arde
con promesas de futuros rugidos, recordándonos la fragilidad humana ante la
geología. Monitoreado por satélites y valientes vulcanólogos, este guardián del
Rift invita a la humildad: visitar su cima —con permiso y guía— es un baile con
el fuego. Mientras Goma mira su sombra roja, Nyiragongo susurra que el planeta,
en su furia, también crea. ¿Cuánto durará su vigilia? Solo el magma lo sabe,
pero por ahora, ilumina la noche africana con una promesa eterna.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon:
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1977: La carrera contra la lava más rápida del mundo. El 10 de enero, las paredes del cráter se fracturaron, drenando el lago de lava en menos de una hora. El flujo descendió a 60 km/h, arrasando aldeas como Kibati y Moniki, y cobrando al menos 50 vidas. Este evento, el más veloz registrado, alertó al mundo sobre sus peligros y lo designó como "Volcán de la Década" en 1991 para estudios prioritarios.
2002: El infierno sobre Goma. Tras meses de sismos y fumarolas, el 17 de enero una fisura de 13 km se abrió en el flanco sur. La lava cubrió el 13% de Goma, destruyendo 14.000 hogares, el aeropuerto y parte del lago Kivu. Mató a 245 personas —muchas por asfixia con dióxido de carbono— y desplazó a 400.000. Terremotos posteriores colapsaron más edificios durante meses.
2021: Una erupción sin preámbulos. El 22 de mayo, sin señales precursoras claras, una fisura lateral expulsó lava que se acercó al aeropuerto de Goma y cortó carreteras. Miles evacuaron en pánico; al menos 32 murieron en accidentes durante la huida, y 37 desaparecieron. Destruyó cientos de hogares y dejó sin luz amplias zonas, exacerbando la crisis por COVID-19 en la región.
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