Algunos productos farmacéuticos
del pasado tenían una gran eficacia y utilidad, pero la artificiosa necesidad
de disponer siempre de algo nuevo (la palabra “nuevo” siempre se ha asociado
con la palabra “mejor” sin que existan razones científicas para ello) y la
imposibilidad de subir los precios (ya que estos siempre han sido fijados y
congelados por Sanidad, hacía que al cabo de unos años cualquier medicamento
por exitoso que fuera debía arrinconarse porque ya no era rentable seguir
fabricándolo: costaba más la materia prima y el proceso de fabricación que el
precio autorizado para su venta.
Algunos de esos
productos que me viene a la memoria y que tuvieron un gran éxito en su época,
son:
Fósforo Ferrero (al
que más tarde se le prolongó la vida modificando ligeramente su composición
para lanzarlo como Bio Fósforo Ferrero, con un precio algo mayor); un
complemento ideal para reforzar la mente sobre todo en época de exámenes.
Balsámico Latino,
un clásico entre los jarabes para la tos.
Spartocine
(aspartato ferroso), del que no se si dirían en su época que “iba de cine” como
complemente de hierro.
Triadón Cálcico
(isoniacida, ácido fólico, sulfato de cobre, sulfato de manganeso, óxido
levo-ascórbico y lactato cálcico) ¡Toma ya!
Vesalium, una dosis
muy baja de haloperidol junto con isopropamida y que se recomendaba lara las
distonías neurovegetativas.
Vitagland, una
terapéutica virilizante...
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