El médico puede
llegar a ser la persona más importante en muchos momentos de nuestra vida,
mucho más de lo que él se imagina. Cualquier persona, lo primero que espera de
un médico es la competencia profesional. Todos esperamos que esté al día de los
últimos adelantos terapéuticos y que sea capaz de dar la mejor respuesta, y lo
más rápidamente posible, a nuestra situación.
Sin embargo la organización sanitaria ha estando
tradicionalmente sustentada sólo sobre una de las partes de la relación
médico-paciente, por lo que cada vez se hace más necesaria una ampliación de
esta visión para contemplar y considerar también el otro punto de vista, el del
paciente.
Esto implica dar la importancia que merece a aspectos tales
como: la accesibilidad telefónica; el administrativo que nos atiende; el día
que nos dan de visita; si la hora de visita se adecua a nuestra agenda; la sala
de espera; el tiempo que tenemos que esperar; cómo nos recibe el médico y/o la
enfermera; el número de personas que hay en la consulta; la confidencialidad;
el orden en la mesa; cómo nos exploran; cómo nos explican las cosas... y sobre
todo, el tiempo y el interés que nos dedican.
Son precisamente los aspectos que tienen que ver con la
calidad del servicio, y no con la calidad técnica, los que configuran la
verdadera satisfacción del paciente.
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