Por su interés, reflejamos a continuación las palabras del
periodista Sergio Alonso, redactor jefe de La Razón y habitual colaborador de
Gaceta Médica y El Global en donde ha publicado una columna de opinión con el título
“La industria vuelve a encerrarse en sí misma”:
“Durante los últimos meses, se ha reabierto
en los cenáculos periodísticos y no tan periodísticos un debate tremendamente
interesante que parecía enfriado, y ante el que quizás convenga deternerse. La
duda existencial, el Leit motiv de la discordia, el desencadenante de una
corriente telúrica de opiniones interesadas o no puede resumirse en la
siguiente pregunta: ¿Es más transparente la industria farmacéutica hoy que
antaño o, por el contrario, se encuentra inmersa en un proceso de involución,
que le está haciendo volver a tiempos pretéritos? Aunque no les falta parte de
razón a los que esgrimen la primera postura como la correcta, a la vista de lo
sucedido en épocas pasadas, yo voy a efectuar una defensa encendida de la
segunda porque entiendo que tras el gran cambio experimentado en pos de la
apertura, las compañías farmacéuticas que operan en España -al menos, muchas de
ellas- están dando un gigantesco y difícilmente reversible paso atrás. Me
explico: después de años de oscurantismo, la industria farmacéutica experimentó
una transformación a mejor que ha llegado hasta nuestros días. No exenta de
responsabilidad en este proceso aperturista fue la paulatina profesionalización
de Farmaindustria y la apuesta decidida de esta patronal por un modelo de
comunicación que caló como lluvia fina sobre compañías, decisores y otros
agentes del sector ajenos o no al mundo del medicamento como los proveedores de
productos y tecnología sanitaria. De golpe y porrazo, los directivos salieron a
la palestra, llegaron a ser humanos y la industria le cogió el gusto a aquello
de salir en Prensa. Al calor de ese fenómeno proliferaron también los medios
especializados y las noticias sobre el sector. Lamentablemente, la crisis ha
truncado este atractivo proceso, que a la par que abría a la sociedad el mundo
de los laboratorios, mejoraba la opinión sobre ellos entre los ciudadanos.
Increíblemente ajenas a las ventajas intangibles de esta apertura, las
compañías han decidido incluir a la comunicación en la lista de partidas
recortables, subsumir dichas tareas en los trabajos de márketing, y enroscarse
sobre sí mismas como si fueran erizos ante los gélidos vientos que soplan por
las calles. El resultado es que hoy se hace menos información y vuelve a
ahondarse la misma relación con la sociedad que antes se había estrechado. No
exento de culpa de esta tendencia es el increíble y, a mi juicio inexplicable,
autocontrol al que parece querer someterse la industria. Mientras otros
sectores alardean de sus marcas, presumen de sus logros y sacan pecho hasta
cuando no tienen que hacerlo, los laboratorios viven acomplejados por rémoras
del pasado, el temor a las autoridades y un complejo innato de culpa que les
impide propagar sus hitos de forma abierta”.
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