Japón ha sido durante mucho tiempo el segundo mercado más importante
para la industria farmacéutica aunque a la mayoría de las grandes
multinacionales farmacéuticas europeas y norteamericanas les ha costado ímprobo
trabajo hacerse un hueco en dicho país. Cuando la fusión de Astra y Zéneca se
llevó a cabo, sí se tuvo en cuenta el tremendo potencia de Japón y fue así como
nació AstraZeneca KK cuyas ventas iniciales se elevaron a 829 millones de
dólares, con un total de 2.000 empleados y una sede central en Osaka.
Aunque su posición inicial en el ranking de aquél país
(puesto nº 21) estaba muy por debajo del liderazgo que ocupaba en el resto del
mundo (puesto nº 3), se colocó, no obstante, como la sexta entre las compañías
farmacéuticas occidentales que operaban en Japón.
Para sus directivos, las expectativas más inmediatas pasaban
por alcanzar una cuota de mercado del 2,5 (frente al 1,5 de aquél momento) en
apenas un lustro. Para ello disponían de 25 nuevos productos (incluyendo nuevas
formulaciones e indicaciones) en fase
de registro o de desarrollo, de los cuales 22 se lanzarían en esos próximos
cinco años. Eso suponía una media de ocho nuevos productos cada año.
Pero todo eso suponía contar con dicho país en todos los
aspectos, incluso en el de reclutamiento de pacientes para su inclusión en
ensayos clínicos. En algunos casos, como por ejemplo en los ensayos clínicos
que entonces se estaban haciendo para un nuevo producto para cáncer de mama y
otro para cáncer de próstata, el 10 por ciento del total de pacientes
reclutados provenían de este país.
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