Con frecuencia asistimos a recomendaciones (o imposiciones)
de las Autoridades Sanitarias para que los médicos prescriban un determinado
fármaco en sustitución de otro cuyas características son similares pero cuya
razón principal es que el que ahora se sugiere o impone es más barato que el
anterior. No son muchas las explicaciones que se dan al respecto y mucho menos
a los pacientes, por eso conviene recordar una cita aparecida hace años en la
revista “Dinero y Salud” en la que se decía: “Cuando este tipo de comparaciones
se hacen con dos productos de similar acción, a cargo de laboratorios con
tradición investigadora, con talante empresarial y no solo comercial, cuando
las indicaciones son las mismas, la biodisponibilidad, la seguridad y la forma
de empleo son idénticas, el precio sí es importante”.
Resulta obvio señalar que cuando alguno de estos
condicionantes no se da, el precio carece de importancia como argumento de peso
a la hora de la sustitución. En definitiva, nunca se debe sustituir un fármaco
por otro por la simple y llana razón del menor precio de uno de ellos; este
último argumento sólo puede tener validez si en la comparación entre ambos
fármacos todo lo señalado anteriormente es –como mínimo- exactamente igual
entre ambos fármacos.
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