(AZprensa)
La mayoría de los premios que se conceden a productos y empresas suelen ser
merecidos, pero también... pagados. En el caso de la industria farmacéutica
prácticamente todas las editoriales tienen sus propios premios (Sanitaria 2000,
Ediciones Mayo, Edimsa, Doyma, Contenidos de Salud...) y suelen ofrecer a los
laboratorios la oportunidad de recibir un premio a cambio de que estos corran
con la parte proporcional del coste que todo el boato y parafernalia de un acto
multitudinario de entrega de premios conlleva y/o como agradecimiento a la facturación (anuncios, edición de libros, organización de reuniones, etc.) que dicho laboratorio tenga con la Editorial.
En
estos actos se suele premiar al mejor medicamento del año, al laboratorio más
investigador, al que más haya destacado en el área de la producción, al que
haya puesto en marcha una iniciativa de formación innovadora, etc., y también
tienen cabida en estos actos una serie de premios a médicos destacados,
hospitales, políticos sanitarios e incluso medios de comunicación que dediquen
atención a las noticias del mundo farmacéutico. Curiosamente, los médicos,
hospitales, políticos, periódicos, etc. que salen premiados no deben pagar
nada; los únicos que pagan –como siempre ha sido y sigue siendo- son los de
siempre: los laboratorios farmacéuticos. Se trata por consiguiente de premios pagados, pero no por ello menos merecidos.
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