martes, 26 de mayo de 2020

Médicos que valen la pena


(AZprensa) A lo largo de la historia de la humanidad han circulado miles de millones de seres humanos: una buena parte de ellos pasó por esta vida sin pena ni gloria, como vulgarmente se dice, esto es, no hicieron nada destacado ni fueron dignos de ser recordados; muchos otros dejaron un recuerdo agradable y entrañable en sus familiares y amigos, un recuerdo que no obstante se fue olvidando según se sucedían las generaciones; y unos pocos contribuyeron con su esfuerzo, su trabajo, su imaginación, etc. a aportar algo que reportase algún beneficio a las personas. Pero falta, algo, yo diría que lo más importante: que fuesen además unos excelentes seres humanos. Sin embargo, cuando uno se pasa la vida pensando y trabajando para ayudar a los demás, en lo que menos repara es en sí mismo, en auto idolatrarse, y es por ello que muchas grandes personas que han pasado por el mundo y su vida y su ejemplo deberían conocerse y recordarse, han quedado olvidadas al cabo de unos años porque se dieron a los demás en vez de dedicarse al autobombo.

Uno de ellos fue el médico manchego Gaspar Fisac Orovio (Daimiel, Ciudad Real, 1859-1937) que a pesar del medio rural en que ejerció su profesión y las limitaciones propias de la medicina en aquella época, supo conjugar la faceta humana y profesional en los más diversos ámbitos como lo prueban sus múltiples facetas, tales como: médico, epidemiólogo, ecologista, inventor, periodista, poeta y autor, director y actor teatral.

“Médico, periodista y poeta”, de Vicente Fisac.
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