(AZprensa) El lanzamiento de Rosetta se produjo en el año 2004 y diez años más tarde, en agosto 2014 llegó hasta el cometa llamado 67P/Churyumov-Gerasimenko, en una misión en la que colaboraron agencias espaciales de diversos países. Tras unos meses en órbita alrededor de este cometa, el módulo de aterrizaje Philae se posó en la superficie del mismo aunque el éxito no fue completo ya que aterrizó en una zona donde no daba demasiado la luz del sol (necesaria para su funcionamiento); aún así la operación se consideró un éxito ya que aportó numerosos datos que ayudarán a conocer mejor cómo ha sido el origen y evolución de nuestro sistema solar y el papel que juegan los cometas en la formación de los planetas. Los cometas, como este, son una especie de “cápsulas del tiempo” ya que contienen el material primitivo de la época en que el sol y los planetas se formaron.
Como este cometa, junto con la nave que aún estaba orbitando alrededor del mismo, han seguido alejándose del Sol, la funcionalidad de los instrumentos de Rosetta estaba a punto de quedar inutilizada, así que para dar por concluida la misión la mejor opción era “quemar las naves”, es decir, estrellar Rosetta contra el cometa para de esta forma obtener nuevos datos de los gases y materiales del cometa así como fotografías más cercanas y detalladas de su superficie.
Con este final épico, tan del gusto de la NASA, el 30 de septiembre del 2016 se dio por finalizada esta misión que ha marcado un hito en la investigación espacial (primera y única hasta el momento que ha conseguido poner una nave en órbita alrededor de un cometa y aterrizar en él) y que aún requerirá de varios años para el estudio de los datos aportados durante todo este tiempo y su apoteósico final.
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