(AZprensa) La siguiente
escala, tras mi fugaz paso por Acento de Publicidad fue, por fin, otro
laboratorio farmacéutico y uno de los más importantes: Bristol Myers. Una de
las sorpresas que me llevé al poco de estar allí estuvo relacionada con eso de
“los regalos” que se hacen a los médicos, antes de forma exagerada por lo mucho
y ahora exagerada por lo poco.
Durante
buena parte de la segunda mitad del siglo XX era costumbre que los laboratorios
farmacéuticos hiciesen muchos regalos promocionales, sobre todo a los médicos
pero también a los farmacéuticos. Puedo dar fe que una parte muy importante del
presupuesto de Promoción de los laboratorios estaba destinada a “regalos” que
en los años 70 podían ser de cualquier clase, siempre que no fueran cosas
demasiado caras que entrarían en la categoría de sobornos. Calculadoras,
paraguas, bolígrafos, libretas, carteras… cualquier cosa de precio pequeño era
susceptible de ser serigrafiada con el nombre de un producto para regalarla a
los médicos a través de los visitadores médicos. Lógicamente, los visitadores
médicos nos exigían siempre el mayor y mejor número de regalos porque
llevándolos serían mejor atendidos y tendrían más posibilidades de éxito en su
gestión informativo-comercial. Por nuestra parte, el presupuesto de que disponíamos
siempre era limitado y debíamos utilizar el ingenio para encontrar regalos
buenos, bonitos y baratos. Pero había un laboratorio que jugaba con ventaja
sobre todos los demás, y ese laboratorio era Bristol Myers. Y yo tuve ocasión
de comprobarlo nada más aterrizar allí…
Aquél día vi
aparecer por nuestra zona a una empleada del Departamento de Personal, la cual
llevaba unas grandes bolsas de papel que las iba repartiendo a los empleados.
Cuando llegó mi turno y me la entregó, no salía de mi asombro; la bolsa
contenía un par de tubos de pasta dentífrica Profidén, un envase de fijador
Patrick, unas cremas hidratantes, y no sé cuántas cosas más del ámbito de la
perfumería. Pregunté que qué era aquello y me explicaron que la marca Profidén
y toda una amplia gama de productos de perfumería, pertenecían a la división de
consumo de Bristol Myers y cada mes entregaban un lote de sus productos como
regalo a los empleados. Fue una alegría llegar a casa con todo eso, puesto que
se trataba de productos de primera calidad, de uso habitual en todos los
hogares... y gratis. Para cualquier empresario que disponga de un arma como
esta, debo reconocer que es una forma muy barata y eficacísima de ganarse la
fidelización de los empleados, y la de sus familias. Por muy poco se puede
motivar eficazmente a los empleados y esta era una buena prueba de ello.
Pero Bristol
era muy listo en este aspecto y jugaba una importante baza adicional: sus
visitadores médicos disponían de todos estos productos de perfumería para
entregarlos como obsequio a los médicos que visitaban, para regocijo de dichos
médicos y de sus familias respectivas. Mataban dos pájaros de un tiro: Por una
parte, disponer de regalos muy apetecibles para quien los recibe, pero baratos
para la compañía al ser productos fabricados por la misma; y por otra parte,
ganarse nuevos clientes para su línea de perfumería ya que los médicos y sus
familias irían conociendo todos esos productos y también comprarían algunos de
ellos en lo sucesivo, aunque en cada visita siempre recibiesen algunos gratis.
Por lo que
respecta a los visitadores médicos, estos eran la envidia del sector, ya que
siempre eran bien recibidos. ¿A quién no le apetece –sea médico o no- que le
regalen un lote de productos de belleza y perfumería? Eso es jugar con ventaja.
Las divertidas e incluso instructivas anécdotas de un Director de Comunicación en su trayectoria profesional por Zeltia, Syngenta, Bristol Myers, AstraZeneca y la OMC.
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