(AZprensa) Apenas
llevaba unas semanas trabajando como Jefe de Publicidad en Zeltia Agraria
cuando el entonces director Comercial me pidió que le preparásemos unas
transparencias (era lo que se usaba entonces ya que no existía el Power Point,
vamos, ni siquiera existían los ordenadores) para una reunión. Pero justo aquél
día no estaba mi adjunto Javier Cebrián, que era el artista gráfico y quien
debía hacerlas. Sin embargo era urgente y no podía esperar 24 horas, era
imprescindible hacerlas de inmediato. Por más que insistí en que aquello no era
lo mío, que mis habilidades eran otras, no logré convencerles; Bruno Maire –que
así se llamaba- me dijo que no importaba que fuesen tan perfectas como las que
hacía Javier y que, vamos, que eso no era tan difícil. (Eso es lo malo que
tienen la Publicidad y la Comunicación en general, que todo el mundo cree que
es muy fácil hacerla).
Viéndome
entre la espada y la pared, decidí con mi mejor voluntad hacer aquellas
transparencias. Con los cuadros, flechas y texto no tuve problema, pero así
quedaba muy soso, había que darle color. “¿Y cómo le doy color a esto?”, me
dije. Rebusqué entre los cajones de Javier y encontré unas láminas adhesivas de
distintos colores. “Esto me valdrá”, me dije. Y así fui recortando trocitos de
aquellas láminas adhesivas transparentes, y las pegué en los lugares que me
parecieron más apropiados. El resultado final fue bastante aceptable: aquellas
transparencias ofrecían muy buen aspecto. Pero... no hice ninguna prueba de
proyección y tal cual se las entregué a Bruno.
A él le
satisfizo el aspecto que tenían y se las llevó tan contento a su reunión. Sin
embargo al acabar la misma vino hacia mí y me dijo que aquello que le había
preparado eran unas “transparencias opacas” porque al ponerlas en el proyector
(quizás por el adhesivo de las láminas de colores) las zonas que había
coloreado quedaban prácticamente opacas, sin que pudiese leerse lo que había
escrito debajo.
En fin, lo
malo no fue haberle complicado aquella presentación, sino el cachondeo que hubo
después a costa de las “transparencias opacas”.
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