jueves, 23 de junio de 2022

Las transparencias opacas

(AZprensa) Apenas llevaba unas semanas trabajando como Jefe de Publicidad en Zeltia Agraria cuando el entonces director Comercial me pidió que le preparásemos unas transparencias (era lo que se usaba entonces ya que no existía el Power Point, vamos, ni siquiera existían los ordenadores) para una reunión. Pero justo aquél día no estaba mi adjunto Javier Cebrián, que era el artista gráfico y quien debía hacerlas. Sin embargo era urgente y no podía esperar 24 horas, era imprescindible hacerlas de inmediato. Por más que insistí en que aquello no era lo mío, que mis habilidades eran otras, no logré convencerles; Bruno Maire –que así se llamaba- me dijo que no importaba que fuesen tan perfectas como las que hacía Javier y que, vamos, que eso no era tan difícil. (Eso es lo malo que tienen la Publicidad y la Comunicación en general, que todo el mundo cree que es muy fácil hacerla).
 
Viéndome entre la espada y la pared, decidí con mi mejor voluntad hacer aquellas transparencias. Con los cuadros, flechas y texto no tuve problema, pero así quedaba muy soso, había que darle color. “¿Y cómo le doy color a esto?”, me dije. Rebusqué entre los cajones de Javier y encontré unas láminas adhesivas de distintos colores. “Esto me valdrá”, me dije. Y así fui recortando trocitos de aquellas láminas adhesivas transparentes, y las pegué en los lugares que me parecieron más apropiados. El resultado final fue bastante aceptable: aquellas transparencias ofrecían muy buen aspecto. Pero... no hice ninguna prueba de proyección y tal cual se las entregué a Bruno.
 
A él le satisfizo el aspecto que tenían y se las llevó tan contento a su reunión. Sin embargo al acabar la misma vino hacia mí y me dijo que aquello que le había preparado eran unas “transparencias opacas” porque al ponerlas en el proyector (quizás por el adhesivo de las láminas de colores) las zonas que había coloreado quedaban prácticamente opacas, sin que pudiese leerse lo que había escrito debajo.
 
En fin, lo malo no fue haberle complicado aquella presentación, sino el cachondeo que hubo después a costa de las “transparencias opacas”.


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