(AZprensa)
De vez en cuando la censura deja un resquicio por el que se cuelan las
declaraciones de alguno de los 1.800 científicos mundiales que suscribieron el
manifiesto “No hay emergencia climática”. Uno de ellos fue el geólogo Lluís
Pomar (Lleida, 1949) catedrático de Estratigrafía de la Universitat de les
Illes Balears, el cual si se atrevió a hablar quizás fue porque ya está
jubilado y no tiene que cuidar ningún futuro profesional o como él dice: “Si
quieres dinero para investigar lo vas a conseguir haciendo algo que apoye el
cambio climático, pero si vas en contra te liquidaran” y pone como ejemplo al meteorólogo
de France 2 Televisión, Phillipe Verdier, que fue despedido por este motivo
cuando publicó el libro “Climat Investigation”.
Vamos
a repasar, pues, algo de lo que dice este experto:
Lo
primero es que no se basa en ideas sino en hechos: “Los estratos geológicos nos
dan registros que permiten conocer la evolución del CO2 en la atmósfera
terrestre a lo largo de millones de años” y esto nos demuestra que “en la
actualidad hay menos CO2 en la atmósfera que en ningún momento de la historia
de la Tierra, a excepción del final del Paleozoico cuando hubo posiblemente un
nivel parecido al actual”.
Y
estos son datos, no opiniones: “Según las mediciones de isótopos de boro hechas
sobre sedimentos de fondos oceánicos, hace treinta y cuarenta millones de años,
los índices de CO2 eran mayores que los de ahora. De hecho, hoy en día el 0,038
por ciento de la atmósfera es CO2, mientras que hace 50 millones de años este índice
ascendía hasta el 0,4 por ciento”.
Entonces
llegamos a la gran mentira de culpabilizar al CO2: “En un invernadero crecen
mejor las plantas porque hay más calor, y si incrementamos el nivel de CO2
todavía crecen más rápido”.
Y
¿por qué nos quieren hacer creer que el CO2 es un problema? Está claro: “Por
cuestiones políticas” ya que “hay un gran interés por hacernos creer que los
hidrocarburos son sucios y contaminantes y hay que limitar su uso como fuente
de energía”. Aunque la verdadera razón es que está en manos de muy pocos países
y se puede cortar fácilmente la corriente de suministros.
Esto
conduce a dirigir el mundo hacia otro tipo de energía y las llamadas
“renovables” son caras y no son lo suficientemente eficientes. ¿Cuál es la
alternativa? Pues volver a la energía nuclear: “Tras la Cumbre de París todo lo
que se ha escrito sobre la energía nuclear es positivo”. Y tanto es así que
ahora en Europa se ha catalogado a la energía nuclear como energía “verde”.
Lluis
Pomar explica que “a niveles de CO2 muy altos el clima ha sido más cálido, pero
la temperatura en la Tierra no está determinada por ese gas. A ninguna escala
temporal hay una correlación que permita deducir eso” y añade que “ahora mismo
estamos empezando una fase de enfriamiento parecida a la de 1700, cuando el
Támesis se helaba o la gente patinaba en los canales de Venecia”.
Y
es que los ciclos solares sí que tienen que ver con la variación del clima,
pero sobre la actividad del Sol no podemos ejercer ninguna influencia.
En
definitiva, el CO2 es sinónimo de vida: “Si tienes agua, energía y CO2 la vida
es mucho más esplendorosa. En el Jurásico y en el Cretácico la concentración de
CO2 era enorme, y también lo era la temperatura, y como consecuencia de ello
los animales eran mucho mayores porque no existía ningún problema para
conseguir comida”.
La
agenda global mundial, con el apoyo de gobiernos d ertodo el mundo y con la
complicidad de los medios de comunicación están engañando a la población y
confundiéndola, porque el CO2 no es ningún problema, y no tiene nada que ver
con la contaminación –que esta sí que es un problema- pero los países más
contaminantes del mundo (Estados Unidos y China) no se suman a las medidas
contra la contaminación y prefieren cambiar el modelo energético mundial para
volver a la energía nuclear a base de mentiras y engaños a la población.
Más
claro no se puede decir: Sí hay cambio climático, lo hubo y lo habrá, pero el
principal culpable no es la actividad humana ni el CO2 sino la actividad solar.
El CO2 es bueno para la vida y ahora hay niveles inferiores a los de hace 50
millones de años. Todo es una farsa política para “limpiar” la imagen de la
energía nuclear y volver a ella, y así no tener que depender tanto del petróleo
cuyo mercado está en manos de unos pocos países.
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