(AZprensa) Al que fuera presidente de la OMC cuando me
contrataron, Isacio Siguero, tengo mucho que agradecerle, ya que me dio la
oportunidad de trabajar en esa organización durante los últimos años de mi
etapa profesional; por ello lo que voy a contar no es ningún secreto sino algo
que él refería con frecuencia a quienes compartían unos minutos de charla
después de cualquier acto oficial.
Contaba que en una ocasión le propusieron estar en la
presidencia de un acto, algo que él aceptó pero, llegado el momento, comprobó
con desagrado que el lugar principal de la mesa no era para él sino que lo
ubicaban en un extremo. Entonces él muy digno se dio media vuelta, pegó un
taconazo estilo militar, y se marchó decidido y con la cabeza erguida tal como
hace el cantante Raphael en sus conciertos.
Yo mismo pude comprobar cómo cada vez que le proponían
estar en una mesa presidencial, lo primero que hacía era preguntar quiénes iban
a estar en esa mesa y qué lugar ocuparía él. Si el lugar que le adjudicaban no
era el principal, simplemente no aceptaba.
Y aún hay más. La revista “Redacción Médica”, del grupo
editorial Sanitaria 2000 organizaba cada verano una “Cena de verano”, a la que
acudía todo el mundo sanitario. Allí se ponían unas mesas especiales en donde
se sentaban la ministra de Sanidad, los consejeros, los presidentes de los laboratorios
que pagaban esa cena multitudinaria, y algunos altos cargos del mundo sanitario
profesional. Un año, estaba sentado en una de esas mesas principales cuando
llegaron los organizadores y con gran apuro le dijeron que la ministra de
Sanidad, a pesar de que había excusado su asistencia, al final había llegado y
tenían que sentarla en esa mesa y por consiguiente a él desplazarlo a otra.
Aquello le sentó tan mal que al año siguiente, cuando se celebró la siguiente
“Cena de verano”, nos pidió a los miembros de la OMC que habitualmente
asistíamos a esa cena, que no fuésemos en señal de protesta por tal
menosprecio. Doy fe que yo, como buen chico, acepté y excusé mi presencia
aunque me hubiera gustado asistir.
Y ya de paso, comentar que esa fastuosa cena con cientos
de invitados, en el lujoso marco de la finca “Las jarillas”, en la carretera de
Colmenar, antes de llegar a Tres Cantos, la organizaba la revista “Redacción
Médica” pero la pagaban cuatro o cinco laboratorios. ¿Qué obtenían a cambio de
ese dinero los laboratorios? Pues sólo el “honor” de sentarse en las mesas
donde se sentaban la ministra de Sanidad, los Consejeros de Sanidad y algún
otro alto cargo de la Administración. Sólo eso y… bueno, sí, que apareciese el
logo del laboratorio en los anuncios del evento. La verdad, muy poco
rendimiento publicitario para un coste de patrocinio tan alto. Pero ya se sabe
que la vanidad está por encima de todo.
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