lunes, 18 de marzo de 2024

Sólo soy el Presidente

(AZprensa) Los mejores años del laboratorio AstraZéneca fueron aquellos que tuvieron como Presidente a Carlos Trias que, además de ser un buen gestor era un buen ser humano. La puerta de su despacho estaba siempre abierta y él dispuesto a recibir a cualquier empleado que quisiese preguntar, consultar o pedir algo. Por cierto, hagamos un inciso: ¿Alguna vez habéis visto a un presidente que tenga la puerta de su despacho abierta y al que le parezca bien que cualquier empleado `pueda entrar a consultarle cualquier cosa? Por supuesto que no, porque los presidentes suelen vivir en su “torre de marfil” aislados de la plebe, rodeados solo por sus iguales y por los pelotas de turno. Este era, pues, un caso excepcional y ejemplar, y no penséis que no trabajaba, que lo hacía más que nadie y, por supuesto, cuando mantenía una reunión cerraba la puerta, pero el resto del tiempo sí que la mantenía abierta y se mostraba accesible a todos sin que estos tuvieran que pedir audiencia y esperar su turno hasta ser recibidos.
 
Bueno, sigamos, el caso es que en los descansos, cuando salíamos a tomar un café junto a la máquina que había al lado de las escaleras, él era uno más de los que nos congregábamos allí para descansar unos minutos y charlar amigablemente. Un buen día se acercó a la máquina a tomar café una nueva periodista que habíamos contratado. Era su primer día, y al llegar allí sólo estaba el presidente al que ella no conocía. Cogió su café y se puso a hablar normalmente con él, como lo haría con cualquier otro compañero, hasta que en un momento dado le preguntó que de qué trabajaba. Carlos Trias, con la mayor naturalidad del mundo, le respondió que “de Presidente”, y la pobre periodista se quedó cortada, aunque la conversación mantenida había sido intrascendente. Después, lógicamente le explicamos que en AstraZéneca teníamos un presidente que era una persona normal, no un divo ni un prepotente como es habitual encontrar.
 
Y esta no fue la única vez que sucedió algo así. En otra ocasión toda la organización comercial nos habíamos reunido con motivo de una Convención. Al llegar la hora de la comida del primer día, antes que hubiesen comenzado las sesiones de trabajo, nos fuimos agrupando en el comedor del hotel. Allí, mientras esperábamos con un plato en la mano a que avanzase la cola del buffet para servirnos, hablábamos unos con otros de cosas intrascendentes para pasar el rato. Y allí, mezclado con todos, también estaba el Presidente, con su plato en la mano, esperando turno y charlando con el que tenía a su lado que –en aquella ocasión- era un nuevo Delegado que acababa de incorporarse a la empresa y todavía no conocía a casi nadie. Entonces, este Delegado le preguntó a Carlos Trias que dónde trabajaba, que si era Delegado como él. Carlos le respondió que trabajaba en Central. Entonces el Delegado le preguntó que de qué trabajaba, y Carlos respondió con la mayor sencillez y naturalidad del mundo que “de Presidente”. El Delegado se quedó a cuadros, porque nunca se le hubiera pasado por la imaginación que una persona sencilla y normal como la que tenía a su lado fuese el Presidente. Afortunadamente pudo respirar aliviado este Delegado porque durante aquellos minutos de conversación no había dicho nada de lo que luego pudiera arrepentirse, y desde luego comprendió en aquél mismo momento que había entrado a trabajar en un empresa que era la envidia de todo el sector por el buen ambiente que allí se respiraba.
 

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