martes, 30 de septiembre de 2025

EPOC: La enfermedad pulmonar obstructiva crónica explicada

(AZprensa) La enfermedad pulmonar obstructiva crónica, conocida como EPOC, es una afección respiratoria crónica que afecta a millones de personas en todo el mundo. Caracterizada por una obstrucción progresiva del flujo de aire en los pulmones, la EPOC puede tener un impacto significativo en la calidad de vida. Sin embargo, con un diagnóstico temprano, tratamiento adecuado y cambios en el estilo de vida, es posible manejar sus síntomas y ralentizar su progresión.
 
¿Qué es la EPOC?
 
La EPOC es un término que engloba varias enfermedades pulmonares crónicas, principalmente la bronquitis crónica y el enfisema, que causan dificultad para respirar debido a una obstrucción persistente en las vías respiratorias. A diferencia del asma, la obstrucción en la EPOC es en gran medida irreversible y tiende a empeorar con el tiempo si no se trata. En la bronquitis crónica, las vías respiratorias se inflaman y producen exceso de moco, mientras que en el enfisema los alvéolos pulmonares, responsables del intercambio de oxígeno, se dañan progresivamente.
 
Causas y factores de riesgo
 
La principal causa de la EPOC es el tabaquismo, responsable de hasta el 80-90% de los casos en muchos países. La exposición prolongada al humo del tabaco daña las vías respiratorias y los alvéolos, desencadenando inflamación crónica. Sin embargo, otros factores también pueden contribuir al desarrollo de la EPOC, incluyendo:
Exposición a contaminantes: Humo de combustión de biomasa (como leña o carbón), contaminación ambiental o exposición ocupacional a polvo, productos químicos o vapores.
Factores genéticos: La deficiencia de alfa-1 antitripsina, una proteína que protege los pulmones, es una causa rara pero significativa de EPOC.
Infecciones respiratorias recurrentes: Especialmente en la infancia, pueden aumentar el riesgo.
Edad y sexo: La EPOC es más común en personas mayores de 40 años y, aunque afecta a ambos sexos, los hombres han mostrado históricamente mayor prevalencia, aunque la brecha se está cerrando debido al aumento del tabaquismo entre mujeres.
 
Síntomas de la EPOC
 
Los síntomas de la EPOC suelen desarrollarse lentamente y empeoran con el tiempo. Los más comunes incluyen:
Dificultad para respirar (disnea): Especialmente durante actividades físicas.
Tos crónica: A menudo acompañada de producción de moco (flema).
Sibilancias: Sonidos silbantes al respirar.
Fatiga: Debido a la menor capacidad pulmonar para oxigenar el cuerpo.
Infecciones respiratorias frecuentes: Los pacientes con EPOC son más propensos a resfriados, gripes o neumonías.
 
En etapas avanzadas, la EPOC puede causar pérdida de peso, debilidad muscular y complicaciones como insuficiencia respiratoria o problemas cardíacos.
 
Diagnóstico
 
El diagnóstico de la EPOC requiere una evaluación médica que combina historia clínica, examen físico y pruebas específicas. Los médicos suelen preguntar sobre síntomas, antecedentes de tabaquismo y exposición a irritantes pulmonares. La prueba clave para confirmar la EPOC es la espirometría, que mide la cantidad y velocidad del aire que una persona puede exhalar. Un resultado que muestra una obstrucción persistente del flujo de aire confirma el diagnóstico. Otras pruebas, como radiografías de tórax o tomografías, pueden usarse para evaluar el daño pulmonar o descartar otras condiciones.
 
Tratamiento y manejo
 
Aunque la EPOC no tiene cura, los tratamientos pueden aliviar los síntomas, mejorar la calidad de vida y reducir el riesgo de complicaciones. Las principales estrategias incluyen:
Abandono del tabaquismo: Es la medida más efectiva para ralentizar la progresión de la enfermedad. Programas de apoyo, terapias de reemplazo de nicotina o medicamentos pueden ayudar a dejar de fumar.
Medicamentos. Broncodilatadores: Inhaladores que relajan los músculos de las vías respiratorias, facilitando la respiración.
Corticosteroides inhalados: Reducen la inflamación en las vías respiratorias.
Antibióticos o antivirales: Para tratar infecciones respiratorias.
Oxigenoterapia: En casos avanzados, cuando los niveles de oxígeno en sangre son bajos.
Rehabilitación pulmonar: Programas que combinan ejercicio, educación y apoyo nutricional para mejorar la función pulmonar y la resistencia física.
Cirugía: En casos graves, procedimientos como la reducción de volumen pulmonar o el trasplante de pulmón pueden ser opciones.
 
Además, los pacientes deben evitar los desencadenantes, como el humo o la contaminación, y vacunarse contra la influenza y el neumococo para prevenir infecciones.
 
Vivir con EPOC
 
Vivir con EPOC requiere ajustes en el estilo de vida, pero con el manejo adecuado, los pacientes pueden mantener una vida activa. Algunas recomendaciones incluyen:
Ejercicio moderado: Actividades como caminar o yoga pueden mejorar la capacidad respiratoria y la energía.
Dieta saludable: Una alimentación equilibrada ayuda a mantener la fuerza y el peso adecuado.
Apoyo emocional: La EPOC puede ser emocionalmente desafiante; los grupos de apoyo o la terapia psicológica pueden ser útiles.
 
Avances y perspectivas
 
La investigación sobre la EPOC está en curso, con enfoques prometedores como nuevos medicamentos antiinflamatorios, terapias regenerativas para reparar el daño pulmonar y mejores estrategias para la detección temprana. Además, las campañas de concienciación sobre los riesgos del tabaquismo y la contaminación están ayudando a prevenir nuevos casos.
 
En definitiva, la EPOC es una enfermedad seria pero manejable que requiere un enfoque proactivo para su control. Dejar de fumar, seguir el tratamiento médico y adoptar un estilo de vida saludable son pasos clave para mejorar la calidad de vida de quienes la padecen. Si experimentas síntomas como tos persistente o dificultad para respirar, consulta a un médico para un diagnóstico temprano. Con el apoyo adecuado, las personas con EPOC pueden seguir disfrutando de una vida plena y activa, enfrentando los desafíos de esta enfermedad con resiliencia y esperanza.
 

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lunes, 29 de septiembre de 2025

Asma: Frecuente pero manejable

(AZprensa) El asma es una enfermedad crónica de las vías respiratorias que afecta a millones de personas en todo el mundo. Aunque puede presentarse a cualquier edad, es una de las condiciones crónicas más comunes en niños y adultos.
 
¿Qué es el asma?
 
El asma es una afección en la que las vías respiratorias, los conductos que llevan el aire a los pulmones, se inflaman y estrechan, dificultando la respiración. Este estrechamiento puede ser reversible, ya sea de forma espontánea o con tratamiento, lo que distingue al asma de otras enfermedades pulmonares obstructivas crónicas. Durante un episodio de asma, los músculos alrededor de las vías respiratorias se contraen, la mucosa se inflama y se produce un exceso de moco, lo que obstruye aún más el paso del aire.
 
Causas y factores desencadenantes
 
Aunque las causas exactas del asma no están completamente claras, se sabe que es el resultado de una combinación de factores genéticos y ambientales. Las personas con antecedentes familiares de asma o alergias tienen un mayor riesgo de desarrollarla. Además, existen diversos desencadenantes que pueden provocar un episodio asmático, entre ellos:
Alergenos: Polen, ácaros del polvo, pelo de animales, moho.
Irritantes ambientales: Humo, contaminación, olores fuertes, productos químicos.
Infecciones respiratorias: Resfriados o gripes pueden exacerbar los síntomas.
Ejercicio físico: Especialmente en aire frío o seco.
Factores emocionales: Estrés o ansiedad intensa.
Cambios climáticos: Frío, humedad o cambios bruscos de temperatura.
 
Síntomas del asma
 
Los síntomas del asma varían de una persona a otra, tanto en frecuencia como en intensidad. Los más comunes incluyen:
Dificultad para respirar o sensación de falta de aire.
Sibilancias: Sonidos silbantes al respirar, especialmente al exhalar.
Tos: A menudo peor por la noche o temprano en la mañana.
Opresión torácica: Sensación de presión o peso en el pecho.
 
En algunos casos, los síntomas son leves y esporádicos, mientras que en otros pueden ser graves y requerir atención médica inmediata. Un ataque de asma severo, si no se trata, puede ser potencialmente mortal.
 
Diagnóstico
 
El diagnóstico del asma se basa en una combinación de historia clínica, examen físico y pruebas específicas. Los médicos suelen preguntar sobre los síntomas, su frecuencia y los posibles desencadenantes. Las pruebas más comunes incluyen:
Espirometría: Mide la cantidad y velocidad del aire que una persona puede exhalar.
Prueba de broncodilatación: Evalúa si los síntomas mejoran tras la administración de un medicamento broncodilatador.
Pruebas de alergia: Identifican posibles alérgenos que desencadenan el asma.
 
Tratamiento y manejo
 
Aunque el asma no tiene cura, los avances médicos han hecho posible controlarla eficazmente. El tratamiento suele dividirse en dos categorías:
Medicamentos de alivio rápido: Como los broncodilatadores de acción corta (ej. salbutamol), que se usan durante un ataque para relajar los músculos de las vías respiratorias y facilitar la respiración.
Medicamentos de control a largo plazo: Incluyen corticosteroides inhalados, que reducen la inflamación de las vías respiratorias, y otros medicamentos como los antagonistas de leucotrienos o broncodilatadores de acción prolongada.
 
Además de los medicamentos, el manejo del asma implica identificar y evitar los desencadenantes. Los pacientes pueden beneficiarse de:
Un plan de acción para el asma: Un documento personalizado, creado con el médico, que detalla cómo manejar los síntomas y qué hacer en caso de un ataque.
Monitoreo regular: Usar un medidor de flujo máximo para medir la función pulmonar.
Estilo de vida saludable: Mantener una dieta equilibrada, hacer ejercicio moderado (evitando desencadenantes) y evitar el tabaquismo.
 
Vivir con asma
 
Con un manejo adecuado, las personas con asma pueden llevar una vida normal y activa. Atletas de élite, como el nadador olímpico Michael Phelps, han demostrado que el asma no tiene por qué ser una barrera para alcanzar grandes logros. La clave está en la educación, el seguimiento médico regular y el compromiso con el tratamiento.
 
Avances y perspectivas
 
La investigación sobre el asma sigue avanzando. Nuevos tratamientos, como las terapias biológicas dirigidas a casos graves de asma alérgica o eosinofílica, están ofreciendo esperanza a quienes no responden bien a los tratamientos convencionales. Además, la tecnología, como aplicaciones móviles para monitorear síntomas, está ayudando a los pacientes a gestionar mejor su condición.
 
El asma es, pues, una enfermedad que, aunque crónica, es altamente manejable con el enfoque correcto. La combinación de un diagnóstico preciso, un tratamiento adecuado y la prevención de desencadenantes permite a las personas afectadas disfrutar de una vida plena. Si sospechas que tienes asma o experimentas síntomas respiratorios, consulta a un médico para obtener un diagnóstico y un plan de tratamiento personalizado. Con el conocimiento y las herramientas adecuadas, el asma no tiene por qué limitar tus sueños ni tu calidad de vida.
 

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domingo, 28 de septiembre de 2025

Próximo encuentro

(AZprensa) Para un poeta, la separación no es sino la antesala de un futuro encuentro, un momento henchido de esperanza que acelera el ritmo de su corazón en la certeza de su inminente reencuentro con su amada. Por eso los poetas llenan de versos de esperanza esas horas y esos días en que están lejos de la persona que aman, porque esos versos se transforman en los peldaños de una escalera emocional que tendrá un final feliz.
 
En los versos que siguen tienes un ejemplo de esto…
 
Estás en la luz;
en la noche
no te encuentro.
Estoy para ti;
dentro de mí
no me siento.
Estaremos frente a frente,
las barreras se rompieron,
navegamos al comienzo
de un amor que no comprenden.
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon:
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sábado, 27 de septiembre de 2025

Síndrome de Acumulación vs. Síndrome de Diógenes

(AZprensa) En un mundo donde el minimalismo está de moda, la acumulación de objetos puede parecer un simple capricho o desorganización. Sin embargo, para algunas personas, amontonar cosas va más allá de un mal hábito y puede ser señal de trastornos psicológicos como el Síndrome de Acumulación (o trastorno de acumulación, conocido en inglés como hoarding disorder) y el Síndrome de Diógenes. Aunque ambos implican acumular objetos y vivir en espacios desordenados, son condiciones distintas con causas, características y enfoques de tratamiento diferentes.
 
¿Qué tienen en común?
 
Ambos síndromes se caracterizan por la acumulación excesiva de objetos, que a menudo lleva a espacios inhabitables llenos de pertenencias, basura o materiales sin valor aparente. En los dos casos, las personas muestran una dificultad extrema para deshacerse de cosas, ya sea por apego emocional, miedo a necesitarlas en el futuro o simplemente por no percibir el problema. Esto puede generar condiciones insalubres (plagas, olores, riesgos de incendio) y conflictos con vecinos o familiares. Además, ambos trastornos están asociados con problemas psicológicos subyacentes, como ansiedad, depresión o dificultades para tomar decisiones, y suelen requerir intervención profesional para su manejo.
 
Sin embargo, las similitudes terminan ahí. Aunque a simple vista un hogar abarrotado pueda parecer el mismo en ambos casos, las motivaciones, el perfil de los afectados y las consecuencias difieren significativamente.
 
Síndrome de Acumulación: Un apego desmedido a las cosas
 
El Síndrome de Acumulación es un trastorno psicológico reconocido en el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) desde 2013. Se define por:
Dificultad persistente para descartar objetos, independientemente de su valor real, debido a un apego emocional, creencia de utilidad futura o necesidad de conservar recuerdos.
Acumulación activa: Los afectados suelen buscar y recolectar objetos (como ropa, libros, electrodomésticos) de forma intencionada, no solo basura.
Espacios inhabitables: El hogar se llena hasta el punto de que cocinas, baños o camas quedan inutilizables, afectando la calidad de vida.
Angustia ante el descarte: Tirar algo genera ansiedad o malestar significativo, lo que lleva a evitarlo.
Conciencia parcial del problema: Muchas personas reconocen que su acumulación es excesiva, pero se sienten incapaces de parar.
 
Perfil típico: Afecta a personas de cualquier edad, aunque es más común en adultos (30-50 años). Puede estar asociado con trastornos como TOC, ansiedad, depresión o traumas. Por ejemplo, alguien que acumula revistas porque "podría necesitarlas para un proyecto" o guarda ropa vieja por su valor sentimental. Ejemplo práctico: Una persona con Síndrome de Acumulación podría tener una casa llena de cajas con ropa, libros y decoraciones, organizadas de forma caótica pero con cierto apego personal. Aunque el desorden moleste a su familia, la persona siente que cada objeto es importante y sufre al pensar en deshacerse de él.
 
Síndrome de Diógenes: Aislamiento y descuido extremo
 
El Síndrome de Diógenes, aunque también implica acumulación, es un trastorno más complejo que va más allá de los objetos y está ligado al autoabandono. Sus características incluyen:
Acumulación pasiva: No siempre buscan objetos activamente; acumulan basura, restos de comida o desechos por descuido o falta de acción.
Descuido de la higiene: Tanto personal (no bañarse, no cambiarse de ropa) como del hogar (viviendas insalubres con olores fuertes, plagas o moho).
Aislamiento social extremo: Rechazan el contacto con otros, evitan visitas y pueden mostrarse desconfiados o agresivos ante intentos de ayuda.
Falta de conciencia: A diferencia del Síndrome de Acumulación, los afectados suelen negar que haya un problema, incluso en condiciones extremas.
Riesgos de salud: El entorno insalubre aumenta el riesgo de infecciones, caídas o problemas respiratorios.
 
Perfil típico: Es más común en personas mayores (mayores de 65 años), especialmente aquellas que viven solas y han experimentado pérdidas (como la muerte de un cónyuge) o deterioro cognitivo (demencia, Alzheimer). Puede estar relacionado con trastornos psiquiátricos como esquizofrenia o depresión severa. Ejemplo práctico: Una persona con Síndrome de Diógenes podría vivir entre pilas de basura, envases vacíos y comida podrida, sin bañarse ni limpiar, y rechazar la ayuda de servicios sociales, convencida de que "todo está bien". La acumulación no necesariamente refleja apego, sino negligencia.
 
Diferencias clave: ¿Cómo distinguirlos?
 

Aspecto

Síndrome de Acumulación

Síndrome de Diógenes

Edad típica

Adultos de cualquier edad (30-50 años común)

Mayores de 65 años, aunque posible en jóvenes

Motivación

Apego emocional o utilidad percibida

Descuido, negligencia, falta de acción

Tipo de acumulación

Activa (buscan objetos específicos)

Pasiva (basura, desechos por abandono)

Higiene personal

Puede ser normal o leve descuido

Descuido extremo (no se bañan, no se cambian)

Conciencia del problema

Parcial, reconocen el desorden pero no actúan

Nula, niegan que haya un problema

Aislamiento social

Moderado, pueden mantener ciertos contactos

Extremo, rechazo total a la interacción

Asociaciones clínicas

TOC, ansiedad, depresión

Demencia, esquizofrenia, depresión severa

 
Un dato curioso: Mientras que el Síndrome de Acumulación es un diagnóstico formal en el DSM-5, el Síndrome de Diógenes no está clasificado como tal, sino que se considera un conjunto de síntomas asociados a otras condiciones, como demencia o trastornos psiquiátricos.
 
Impacto y tratamiento: Un desafío compartido
 
Ambos trastornos afectan la calidad de vida, generan conflictos familiares y pueden derivar en problemas legales (como desahucios por insalubridad). Sin embargo, el tratamiento varía según el caso:
 
Síndrome de Acumulación: La terapia cognitivo-conductual (TCC) es el enfoque principal, ayudando a la persona a gestionar el apego emocional y aprender a descartar objetos. Los grupos de apoyo y la organización gradual del hogar son útiles. La medicación (como antidepresivos) puede complementar si hay ansiedad o depresión.
 
Síndrome de Diógenes: Requiere un enfoque multidisciplinario, con evaluación médica para descartar demencia o problemas psiquiátricos. Los servicios sociales suelen intervenir para limpiar el hogar, pero la resistencia del afectado complica el proceso. La reconexión social (centros de día, visitas regulares) es clave para reducir el aislamiento.
 
Ejemplo de intervención: Para alguien con Síndrome de Acumulación, un terapeuta podría trabajar en "desafíos" para tirar un objeto al día, mientras que en el Síndrome de Diógenes, un equipo social podría coordinar una limpieza respetuosa y un seguimiento psicológico para abordar la soledad.
 
¿Cómo ayudar? Empatía ante todo
 
Si conoces a alguien con estos comportamientos, evita juzgar o forzar soluciones. En el Síndrome de Acumulación, escucha sus razones para guardar cosas y ofrece apoyo para organizarse. En el Síndrome de Diógenes, contacta con servicios sociales o un médico, ya que el aislamiento y el descuido suelen ser más graves. En ambos casos, la paciencia y la comprensión son esenciales.
 
En resumen: Dos caras de la acumulación
 
El Síndrome de Acumulación y el Síndrome de Diógenes comparten el desorden como síntoma visible, pero sus raíces son distintas: uno es un apego emocional a los objetos, el otro un reflejo de abandono personal y social. Reconocer estas diferencias es clave para ofrecer la ayuda adecuada.
 

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viernes, 26 de septiembre de 2025

El Síndrome de Diógenes: Más allá del desorden

(AZprensa) Imagina una casa repleta de objetos acumulados, desde periódicos viejos hasta ropa inservible, envases vacíos y restos de comida, todo apilado sin orden ni lógica aparente. Las ventanas apenas dejan pasar la luz, y el olor es abrumador. Esta es la imagen que suele venir a la mente cuando se habla del Síndrome de Diógenes, un trastorno psicológico complejo que va mucho más allá de la acumulación de cosas.
 
¿Qué es el Síndrome de Diógenes?
 
El Síndrome de Diógenes es un trastorno del comportamiento que se caracteriza por la acumulación compulsiva de objetos (a menudo inservibles), el descuidado extremo de la higiene personal y del hogar, y un aislamiento social voluntario. Lleva el nombre del filósofo griego Diógenes de Sinope, conocido por su vida minimalista, aunque irónicamente las personas con este síndrome acumulan en exceso. Afecta principalmente a personas mayores (sobre todo mayores de 65 años), aunque puede presentarse en cualquier edad, y no distingue entre géneros ni clases sociales.
 
No se trata simplemente de ser "desordenado" o "descuidado". Quienes lo padecen suelen vivir en condiciones insalubres, rodeados de basura, y muestran una falta de conciencia sobre su situación. Por ejemplo, pueden no percibir el mal olor o el peligro de vivir entre acumulación de desperdicios. Además, tienden a rechazar ayuda externa, incluso de familiares o servicios sociales, lo que complica su tratamiento.
 
Características principales
 
El síndrome se manifiesta a través de varios signos, que pueden variar en intensidad:
Acumulación patológica: Las personas recolectan objetos sin valor práctico (periódicos, ropa vieja, envases) y se resisten a deshacerse de ellos, incluso cuando ocupan todo el espacio habitable.
Descuidado de la higiene: Tanto la personal (no bañarse, no cambiarse de ropa) como la del hogar (cocinas inutilizables, baños obstruidos).
Aislamiento social: Evitan el contacto con otros, rechazan visitas y pueden mostrarse desconfiados o hostiles ante intentos de ayuda.
Negación del problema: No reconocen que su estilo de vida es insalubre o peligroso, lo que dificulta cualquier intervención.
Deterioro cognitivo o emocional: Aunque no siempre está presente, puede haber signos de demencia, depresión u otros trastornos asociados.
 
Por ejemplo, un caso típico podría ser el de una persona mayor que vive sola, acumula basura por miedo a "necesitar algo después" y evita salir de casa o recibir visitas, convencida de que todo está bajo control.
 
¿Por qué ocurre? Las posibles causas
 
El Síndrome de Diógenes no tiene una causa única, sino que suele ser el resultado de una combinación de factores psicológicos, sociales y biológicos:
Trastornos psicológicos subyacentes: Puede estar asociado a trastornos como la depresión, ansiedad, trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) o incluso esquizofrenia. En algunos casos, la acumulación es una forma de "llenar un vacío" emocional.
Traumas o pérdidas: La muerte de un ser querido, la jubilación o la pérdida de un rol social pueden desencadenar el síndrome, especialmente en personas mayores que se sienten solas o abandonadas.
Deterioro cognitivo: Enfermedades como la demencia frontotemporal o el Alzheimer pueden afectar el juicio y la capacidad de organización, contribuyendo al descuidado.
Factores sociales: La soledad, el aislamiento y la falta de redes de apoyo (familia, amigos) son un caldo de cultivo. En una sociedad que a veces margina a los mayores, el síndrome puede ser una respuesta extrema al abandono percibido.
Personalidad previa: Algunas personas con rasgos obsesivos o tendencia al aislamiento tienen mayor riesgo.
 
Un dato curioso: aunque se asocia a personas mayores, también se han documentado casos en adultos jóvenes, especialmente en contextos de estrés extremo o trastornos psiquiátricos no tratados.
 
Impacto y complicaciones
 
Vivir con el Síndrome de Diógenes no solo afecta a la persona, sino también a su entorno. Las condiciones insalubres pueden provocar problemas de salud (infecciones, enfermedades respiratorias, caídas por desorden) y riesgos de seguridad (incendios, plagas). Los vecinos pueden quejarse por olores o acumulación de basura, lo que lleva a conflictos o intervenciones de servicios sociales. Además, el aislamiento emocional refuerza el ciclo: cuanto más se aíslan, menos probable es que acepten ayuda.
 
¿Cómo se aborda? Un desafío delicado
 
Tratar el Síndrome de Diógenes requiere paciencia, empatía y un enfoque multidisciplinario, ya que la persona afectada suele resistirse al cambio. Algunas estrategias incluyen:
Evaluación médica y psicológica: Es clave descartar demencia, depresión u otros trastornos. Un psiquiatra o geriatra puede determinar si hay una causa subyacente tratable.
Intervención social: Los servicios sociales suelen involucrarse, limpiando el hogar (con permiso) y ofreciendo apoyo continuo. Forzar la limpieza sin consentimiento puede ser contraproducente.
Terapia psicológica: La terapia cognitivo-conductual (TCC) puede ayudar a abordar la acumulación compulsiva o el aislamiento, aunque la adherencia es difícil.
Apoyo comunitario: Conectar a la persona con actividades sociales o redes de apoyo puede reducir la soledad. Por ejemplo, un centro de día para mayores puede ser un gran paso.
Sensibilidad y respeto: Las personas con este síndrome no son "vagas" ni "locas". Tratarlas con dignidad, sin juzgarlas, es esencial para ganar su confianza.
 
El Síndrome de Diógenes no es solo acumular basura; es una manifestación de soledad, dolor o deterioro mental. Lejos de ser un tema de burla, merece comprensión y acción. Si conoces a alguien en esta situación, recuerda que detrás del desorden hay una persona que, aunque no lo admita, puede estar pidiendo ayuda a su manera. Con un enfoque humano y profesional, es posible mejorar su calidad de vida y devolverles un poco de luz a sus hogares y corazones.
 

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