miércoles, 24 de septiembre de 2025

El hallazgo en Siberia que abre la puerta a la clonación

(AZprensa) En las vastas extensiones heladas de Siberia, donde el permafrost actúa como un congelador natural desde hace milenios, la ciencia ha vuelto a desafiar los límites entre la vida y la extinción. Recientemente, un equipo de investigadores rusos desenterró los restos de un bisonte estepario (Bison priscus), una especie desaparecida hace unos 9.000 años, en un estado de preservación casi milagroso. Este descubrimiento no solo ofrece una ventana única al mundo del Pleistoceno tardío, sino que también enciende el debate sobre la posibilidad de resucitar especies extintas mediante la clonación. ¿Estamos ante el preludio de una era de "desextinción"?
 
El descubrimiento: Un tesoro bajo el hielo
 
El hallazgo ocurrió durante el verano de 2025 en la región de Yakutia, en el noreste de Siberia, un área conocida por revelar tesoros prehistóricos gracias al deshielo acelerado por el cambio climático. Mientras exploraban el permafrost –esa capa de suelo permanentemente congelado que cubre gran parte del Ártico–, los científicos del Museo del Mamut de la Universidad Federal del Noreste (NEFU) y el Instituto Paleontológico de Moscú tropezaron con lo que parecía un bloque de hielo ordinario. Al excavarlo con cuidado, usando chorros de agua caliente para evitar daños, emergió un bisonte adulto de aproximadamente 10.000 años de antigüedad, con su pelaje, músculos, órganos internos y hasta el contenido de su tracto digestivo intactos.
 
Bautizado provisionalmente como "Yakut Bison" en honor a la región, el ejemplar mide cerca de 2,5 metros de longitud y pesa unos 800 kilogramos en su estado congelado. Radiocarbono datado lo sitúa en torno a los 9.300 años, colocándolo en el umbral entre el Pleistoceno y el Holoceno, la transición que vio la extinción masiva de la megafauna.
 
A diferencia de fósiles fragmentados, este bisonte es una "momia natural": su cuerpo, cubierto por un pelaje rojizo y grueso adaptado al frío extremo, muestra cuernos largos y curvados hacia arriba, típicos de la especie, y evidencia de una muerte rápida, posiblemente por inanición o un accidente en un pantano helado.
 
"La preservación es excepcional, comparable a la del bisonte Yukagir de 2011, pero con tejidos más intactos", explica el paleontólogo Evgeny Maschenko, del Instituto Paleontológico. "El permafrost ha actuado como un refrigerador perfecto, deteniendo la descomposición bacteriana y preservando hasta muestras de sangre coagulada". Este no es un caso aislado: Siberia ha sido un "cementerio helado" que ha entregado momias de mamuts, leones de las cavernas y caballos prehistóricos, pero este bisonte destaca por su potencial genético.
 
El bisonte estepario: Un gigante olvidado de la Edad de Hielo
 
El Bison priscus, o bisonte estepario, fue uno de los herbívoros más imponentes de la tundra euroasiática y norteamericana durante la última Edad de Hielo. Más alto y robusto que su descendiente moderno, el bisonte americano (Bison bison), podía alcanzar los 2 metros al hombro y pesar hasta una tonelada. Sus cuernos masivos, que se extendían hasta 80 centímetros, le servían tanto para defenderse de depredadores como para excavar nieve en busca de pastos. Roamaba en manadas enormes por las estepas mamutianas, ecosistemas de pastizales árticos ahora perdidos, donde convivía con mamuts lanudos y rinocerontes lanudos.
 
Su extinción, alrededor de los 9.000-10.000 años atrás, coincide con el calentamiento global post-glacial, la fragmentación de hábitats y, posiblemente, la presión humana temprana. Estudios genéticos previos sugieren que el cambio climático redujo las praderas, su principal fuente de alimento, llevando a una "cadena alimentaria colapsada". Este nuevo ejemplar, con su estómago lleno de restos vegetales preservados confirma que su dieta era adaptada a climas fríos y secos, ofreciendo pistas sobre por qué sucumbió ante el bosque incipiente del Holoceno.
 
La Ciencia de la preservación: Un milagro del permafrost
 
¿Qué hace que un animal de 9.000 años parezca recién muerto? El permafrost siberiano, con temperaturas por debajo de -10°C constantes, crea un ambiente anaeróbico y estéril que previene la putrefacción. El bisonte Yakut, al igual que el mamut Yuka (descubierto en 2010 y datado en 39.000 años), fue probablemente sepultado rápidamente por sedimentos y nieve, sellando su cuerpo en un "congelador eterno". Análisis iniciales revelan tejidos blandos intactos: corazón, vasos sanguíneos y hasta parásitos intestinales, que podrían revelar enfermedades endémicas de la megafauna.
 
Sin embargo, el deshielo actual –acelerado por el calentamiento global– es una espada de doble filo. Expone estos tesoros, pero también los amenaza con la descomposición rápida si no se extraen a tiempo. "Cada verano perdemos más permafrost, pero ganamos conocimiento", advierte Olga Potapova, curadora del Mammoth Site en Dakota del Sur. Técnicas modernas, como tomografías computarizadas y extracciones genéticas no invasivas, están revolucionando el estudio de estos restos.
 
Hacia la desextinción: ¿Clonación o ficción científica?
 
El verdadero revuelo lo genera el potencial para clonar al bisonte. Durante la autopsia, los investigadores extrajeron muestras de piel, músculo, lana y cerebro, preservadas en nitrógeno líquido. "Los cromosomas están intactos en muchos tejidos, lo que abre la puerta a la edición genética", afirma Semyon Grigoriev, director del Museo del Mamut. Empresas como Colossal Biosciences, pioneras en la desextinción, ya han clonado lobos terribles (Canis dirus) extintos hace 10.000 años usando técnicas de transferencia nuclear –similar a la que creó a la oveja Dolly en 1996– combinadas con CRISPR para insertar genes en óvulos de especies relacionadas, como el bisonte americano.
 
El proceso sería así: secuenciar el genoma completo del bisonte estepario (posible gracias a la baja degradación del ADN en el frío), editarlo para corregir mutaciones y gestarlo en una madre sustituta moderna. Expertos como Love Dalén, de la Universidad de Estocolmo, son cautelosos: "Aunque los tejidos son excepcionales, el ADN antiguo sufre daños por radiación cósmica. Podríamos reconstruir el 99% del genoma, pero la viabilidad es incierta". Aun así, el éxito con el caballo de 42.000 años encontrado en Siberia en 2025 –cuya sangre líquida permitió extracciones directas– inspira optimismo.
 
La clonación no solo reviviría al bisonte, sino que podría restaurar ecosistemas: reintroducir megafauneros como este ayudaría a combatir el cambio climático al promover praderas que secuestran carbono. Pero surgen dilemas éticos: ¿deberíamos "jugar a ser Dios" con especies extintas? ¿Y si propagan enfermedades antiguas?
 
Implicaciones: Lecciones de un Mundo Perdido
 
Este bisonte no es solo un fósil; es un mensajero del pasado que advierte sobre nuestro futuro. Su preservación revela cómo la megafauna moldeaba paisajes –pisoteando suelos para prevenir incendios forestales– y cómo su pérdida alteró la biodiversidad. En un planeta calentándose, estos hallazgos urgen a proteger el permafrost, que almacena el doble de carbono que toda la atmósfera.
 
Mientras los científicos sueñan con manadas de bisontes esteparios galopando de nuevo, el Yakut Bison yace en un laboratorio de Yakutsk, listo para más secretos. Si la clonación triunfa, no solo resucitaremos una especie, sino que reescribiremos la historia de la vida en la Tierra. Siberia, una vez tumba, podría convertirse en cuna.
 

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