(AZprensa)
En las vastas extensiones heladas de Siberia, donde el permafrost actúa como un
congelador natural desde hace milenios, la ciencia ha vuelto a desafiar los
límites entre la vida y la extinción. Recientemente, un equipo de
investigadores rusos desenterró los restos de un bisonte estepario (Bison
priscus), una especie desaparecida hace unos 9.000 años, en un estado de
preservación casi milagroso. Este descubrimiento no solo ofrece una ventana
única al mundo del Pleistoceno tardío, sino que también enciende el debate
sobre la posibilidad de resucitar especies extintas mediante la clonación.
¿Estamos ante el preludio de una era de "desextinción"?
El
descubrimiento: Un tesoro bajo el hielo
El
hallazgo ocurrió durante el verano de 2025 en la región de Yakutia, en el
noreste de Siberia, un área conocida por revelar tesoros prehistóricos gracias
al deshielo acelerado por el cambio climático. Mientras exploraban el
permafrost –esa capa de suelo permanentemente congelado que cubre gran parte
del Ártico–, los científicos del Museo del Mamut de la Universidad Federal del
Noreste (NEFU) y el Instituto Paleontológico de Moscú tropezaron con lo que
parecía un bloque de hielo ordinario. Al excavarlo con cuidado, usando chorros
de agua caliente para evitar daños, emergió un bisonte adulto de aproximadamente
10.000 años de antigüedad, con su pelaje, músculos, órganos internos y hasta el
contenido de su tracto digestivo intactos.
Bautizado
provisionalmente como "Yakut Bison" en honor a la región, el ejemplar
mide cerca de 2,5 metros de longitud y pesa unos 800 kilogramos en su estado
congelado. Radiocarbono datado lo sitúa en torno a los 9.300 años, colocándolo
en el umbral entre el Pleistoceno y el Holoceno, la transición que vio la
extinción masiva de la megafauna.
A
diferencia de fósiles fragmentados, este bisonte es una "momia
natural": su cuerpo, cubierto por un pelaje rojizo y grueso adaptado al
frío extremo, muestra cuernos largos y curvados hacia arriba, típicos de la
especie, y evidencia de una muerte rápida, posiblemente por inanición o un accidente
en un pantano helado.
"La
preservación es excepcional, comparable a la del bisonte Yukagir de 2011, pero
con tejidos más intactos", explica el paleontólogo Evgeny Maschenko, del
Instituto Paleontológico. "El permafrost ha actuado como un refrigerador
perfecto, deteniendo la descomposición bacteriana y preservando hasta muestras
de sangre coagulada". Este no es un caso aislado: Siberia ha sido un
"cementerio helado" que ha entregado momias de mamuts, leones de las
cavernas y caballos prehistóricos, pero este bisonte destaca por su potencial
genético.
El
bisonte estepario: Un gigante olvidado de la Edad de Hielo
El
Bison priscus, o bisonte estepario, fue uno de los herbívoros más imponentes de
la tundra euroasiática y norteamericana durante la última Edad de Hielo. Más
alto y robusto que su descendiente moderno, el bisonte americano (Bison bison),
podía alcanzar los 2 metros al hombro y pesar hasta una tonelada. Sus cuernos
masivos, que se extendían hasta 80 centímetros, le servían tanto para
defenderse de depredadores como para excavar nieve en busca de pastos. Roamaba
en manadas enormes por las estepas mamutianas, ecosistemas de pastizales
árticos ahora perdidos, donde convivía con mamuts lanudos y rinocerontes
lanudos.
Su
extinción, alrededor de los 9.000-10.000 años atrás, coincide con el
calentamiento global post-glacial, la fragmentación de hábitats y,
posiblemente, la presión humana temprana. Estudios genéticos previos sugieren
que el cambio climático redujo las praderas, su principal fuente de alimento,
llevando a una "cadena alimentaria colapsada". Este nuevo ejemplar,
con su estómago lleno de restos vegetales preservados confirma que su dieta era
adaptada a climas fríos y secos, ofreciendo pistas sobre por qué sucumbió ante
el bosque incipiente del Holoceno.
La
Ciencia de la preservación: Un milagro del permafrost
¿Qué
hace que un animal de 9.000 años parezca recién muerto? El permafrost
siberiano, con temperaturas por debajo de -10°C constantes, crea un ambiente
anaeróbico y estéril que previene la putrefacción. El bisonte Yakut, al igual
que el mamut Yuka (descubierto en 2010 y datado en 39.000 años), fue
probablemente sepultado rápidamente por sedimentos y nieve, sellando su cuerpo
en un "congelador eterno". Análisis iniciales revelan tejidos blandos
intactos: corazón, vasos sanguíneos y hasta parásitos intestinales, que podrían
revelar enfermedades endémicas de la megafauna.
Sin
embargo, el deshielo actual –acelerado por el calentamiento global– es una
espada de doble filo. Expone estos tesoros, pero también los amenaza con la
descomposición rápida si no se extraen a tiempo. "Cada verano perdemos más
permafrost, pero ganamos conocimiento", advierte Olga Potapova, curadora
del Mammoth Site en Dakota del Sur. Técnicas modernas, como tomografías
computarizadas y extracciones genéticas no invasivas, están revolucionando el
estudio de estos restos.
Hacia
la desextinción: ¿Clonación o ficción científica?
El
verdadero revuelo lo genera el potencial para clonar al bisonte. Durante la autopsia,
los investigadores extrajeron muestras de piel, músculo, lana y cerebro,
preservadas en nitrógeno líquido. "Los cromosomas están intactos en muchos
tejidos, lo que abre la puerta a la edición genética", afirma Semyon
Grigoriev, director del Museo del Mamut. Empresas como Colossal Biosciences,
pioneras en la desextinción, ya han clonado lobos terribles (Canis dirus)
extintos hace 10.000 años usando técnicas de transferencia nuclear –similar a
la que creó a la oveja Dolly en 1996– combinadas con CRISPR para insertar genes
en óvulos de especies relacionadas, como el bisonte americano.
El
proceso sería así: secuenciar el genoma completo del bisonte estepario (posible
gracias a la baja degradación del ADN en el frío), editarlo para corregir
mutaciones y gestarlo en una madre sustituta moderna. Expertos como Love Dalén,
de la Universidad de Estocolmo, son cautelosos: "Aunque los tejidos son
excepcionales, el ADN antiguo sufre daños por radiación cósmica. Podríamos
reconstruir el 99% del genoma, pero la viabilidad es incierta". Aun así,
el éxito con el caballo de 42.000 años encontrado en Siberia en 2025 –cuya
sangre líquida permitió extracciones directas– inspira optimismo.
La
clonación no solo reviviría al bisonte, sino que podría restaurar ecosistemas:
reintroducir megafauneros como este ayudaría a combatir el cambio climático al
promover praderas que secuestran carbono. Pero surgen dilemas éticos:
¿deberíamos "jugar a ser Dios" con especies extintas? ¿Y si propagan
enfermedades antiguas?
Implicaciones:
Lecciones de un Mundo Perdido
Este
bisonte no es solo un fósil; es un mensajero del pasado que advierte sobre
nuestro futuro. Su preservación revela cómo la megafauna moldeaba paisajes
–pisoteando suelos para prevenir incendios forestales– y cómo su pérdida alteró
la biodiversidad. En un planeta calentándose, estos hallazgos urgen a proteger
el permafrost, que almacena el doble de carbono que toda la atmósfera.
Mientras
los científicos sueñan con manadas de bisontes esteparios galopando de nuevo,
el Yakut Bison yace en un laboratorio de Yakutsk, listo para más secretos. Si
la clonación triunfa, no solo resucitaremos una especie, sino que
reescribiremos la historia de la vida en la Tierra. Siberia, una vez tumba,
podría convertirse en cuna.
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