(AZprensa)
Aunque médicos y profesionales de enfermería suelen llevarse bien, no sucede lo
mismo con sus máximos representantes. De los diferentes asuntos de disputa
entre ambos el más reiterativo es el de la prescripción, algo que reclaman (y
han conseguido) los enfermeros y escuece a los médicos que pierden parte de ese
plus de exclusividad que les hacía centro de atención de los laboratorios
farmacéuticos.
El
último episodio de esta guerra ha sido un documento aprobado por unanimidad en
su última Asamblea General en donde dicen que “la prescripción forma parte
indisoluble del acto médico”, para resaltar su “seria preocupación y rechazo
ante cualquier intento de prescripción de medicamentos no realizada por el
facultativo que previamente haya establecido el diagnóstico”. Y en tono firme
añaden que “en ningún momento los enfermeros pueden usar, indicar o dispensar
de forma autónoma medicamentos sujetos a prescripción médica”.
El
caso es que los máximos dirigentes del Consejo General de Enfermería, Máximo
González Jurado, y de la Organización Médica Colegial, Juan José Rodríguez
Sendín, están más pendientes de sus cuotas de poder que de velar por los
intereses de los profesionales de su sector.
Si
hace años encendían de indignación a los profesionales de enfermería las
declaraciones del anterior presidente de la OMC, Isacio Siguero, cuando
comparaba a los médicos con los “pilotos” y a las enfermeras con las “azafatas”
(en plan de superioridad de los primeros sobre las segundas), los actuales
directivos siguen teniendo la misma visión aun cuando ya no usen públicamente
tan desafortunado ejemplo.
Y
lo peor de todo es que después de lanzar la piedra, es decir, ese comunicado,
¿qué han hecho desde la OMC para satisfacer las dudas o para controlar
determinadas acusaciones? En un amplio artículo del digital PR Noticias, dan la
respuesta: “Nada. Han preferido contemplar desde la barrera cómo otros entran
en el juego: médicos y enfermeros”.
Mientras
tanto los ciudadanos seguiremos hablando, confiando y siguiendo las instrucciones
que nos den tanto los profesionales de enfermería como los farmacéuticos (tal
como ha sucedido toda la vida), mientras miraremos con recelo a esos médicos
que -limitados en su poder de prescripción, saturados de trabajo y faltos de motivación- nos quieren despachar de su consulta cuanto antes con una receta de genérico
o un consejo dietético bajo el brazo y sin habernos escuchado más allá de unos
pocos segundos.
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