El prospecto de los medicamentos da mucho
de que hablar, por lo que en esta ocasión nos centraremos en la pretensión de
algunas Comunidades Autónomas para que dichos textos vayan en el idioma de
dicha Comunidad.
Sólo haré dos consideraciones, la primera
económica; la segunda, práctica. A nivel económico, es el Ministerio de Sanidad
quien aprueba esos textos, los cuales se cambian numerosas veces a lo largo de
la vida del producto (cada vez que se aprueba una nueva indicación, se descubre
una nueva contraindicación o riesgo, etc.). Por lo tanto, no basta con que el
laboratorio pague a un traductor que traduzca una y otra vez (cada vez que haya
cualquier modificación) esos textos al gallego, euskera, catalán, etc., sino
que el Ministerio de Sanidad tendría que incorporar expertos en esos idiomas
para que diesen su visto bueno a todas las traducciones, o bien transferir esas
competencias a las Comunidades Autónomas y trabajar coordinadamente con ellas
para aprobar todas las modificaciones en unos plazos determinados. ¿Habían
pensado en eso?
A nivel práctico me pregunto: ¿Esos
políticos que proponen esta medida han visto alguna vez en su vida el tamaño de
muchos de nuestros medicamentos? Les invito a que visiten una farmacia. El
tamaño de muchos de estos envases es tan pequeño que ya resulta una proeza
introducir el actual prospecto (al que por otra parte exigen cada vez más
cantidad de texto), por lo que triplicar (si sólo hablamos de catalán, euskera
y gallego, aunque ya se unirán muchos más) su tamaño, es físicamente imposible.
La única posibilidad sería crear un nuevo envase para contener este nuevo y
gigantesco prospecto que nos proponen (y que parece que es lo único importante)
y acompañarlo después del medicamento (que parece es lo que menos importa).
Consecuencias: Mayor coste que asumiría
el laboratorio (a quien no dejan fijar el precio, sino que se lo imponen y
encima en los niveles más baratos de Europa). Mayor coste para la distribución
(al ocupar más espacio los nuevos envases). Mayor consumo de papel (tanto que
hablan de ecología y mira por dónde salen ahora). Y al final, un prospecto
gigantesco que seguirán sin entender los ciudadanos ya que los textos son más
una salvaguarda jurídica que una verdadera información comprensible para el
ciudadano (¿Hay algún ciudadano que entienda toda la jerga científica incluida
en un prospecto que –en teoría- va dirigido a él?).
Puestos ya en esta línea, yo propongo que
los Gobiernos Autonómicos exijan que los textos de los bricks de leche vayan en
todos los idiomas oficiales de España, al igual que los envases de yogures, las
chocolatinas, las etiquetas de la ropa, las instrucciones de los MP3, las
etiquetas del calzado… que cada cosa que se fabrique y venda en este país de
países vaya siempre acompañada de un libro conteniendo las explicaciones
pertinentes en todos los idiomas. Por lo menos las editoriales, saldrían
beneficiadas.
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