Hay productos que por su dilatada presencia en el mercado y
el hecho de ser suficientemente conocidos por los médicos, no es necesario
dedicar mucho tiempo de la visita médica para su promoción; basta con hacer una
breve mención y algún sencillo comentario para detectar si el médico lo conoce,
lo receta y en qué o si tiene posibilidades de llegar a recetarlo. Este era el
caso de Transphoril, un medicamento a base de ribonucleósidos de piridoxina,
inosina y sorbitol, que estaba indicado para los trastornos hepáticos.
Síntomas como la lengua sucia, la halitosis, los vómitos, la
intolerancia a las grasas, etc., pueden estar indicando que detrás de ellos se
esconde una insuficiencia hepática y en tales casos este fármaco había
demostrado su eficacia.
El producto se presentaba en envase de 20 ampollas bebibles,
con agradable sabor, podía asociarse con cualquier otra medicación y su
actividad no se veía afectada por los alimentos. Sin grandes alardes
publicitarios fue durante mucho tiempo un complemento ideal de la visita médica
ya que los visitadores lo presentaban en tercero o cuarto lugar de la visita,
simplemente para que el médico no se olvidase de recetarlo...
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