sábado, 1 de junio de 2013

“Premio Harpo” para los laboratorios

No me resisto a traer otra vez a uno de mis blogs este artículo que publiqué hace unos años y que causó un gran revuelo en el mundo profesional sanitario el día que se publicó. Desgraciadamente, a día de hoy, sigue manteniendo toda su vigencia, incluso más. Si hace algunos años los laboratorios farmacéuticos estaban mudos, hoy en día además de mudos se están haciendo invisibles, incapaces de comunicarse con la sociedad para transmitirles cuál es su importante función.

Este es el artículo que se tituló “Laboratorios mudos”

Propongo hacer un ranking del tiempo que tardan en conceder una entrevista los presidentes de lo laboratorios farmacéuticos y entregar el “Premio Harpo” al más mudo de todos ellos.

Las empresas son entes abstractos a los que los seres humanos ponemos cara humana, la cara de las personas que conocemos y trabajan en esas empresas y la de sus directivos y por supuesto... la de su máximo representante. Nada hay más fácil ni acerca más a la opinión pública, que la imagen y la voz de ese alto directivo atendiendo a los periodistas e informando a través de ellos de los asuntos de interés público y/o empresarial en los que pueda estar inmersa la citada empresa.

Sin embargo el mundo de la industria farmacéutica –y salvo honrosas excepciones- ha sido tradicionalmente un “mundo sin rostro”: directivos que se esconden, cuyo teléfono siempre está ocupado, que están reunidos, que están de viaje, que mejor que les pasemos las preguntas por escrito, que ya las contestarán cuando tengan tiempo, que –por supuesto- no publiquemos nada sin que ellos lo hayan visto, corregido y dado su OK antes. Pero ¿en qué mundo viven? Pues... así les va.

¿Para quién son los palos? Para la industria farmacéutica. ¿Quién es el malo de la película? (ni nuestro compañero y experto en cine Paco Fernández conoce ninguna película en la que los laboratorios farmacéuticos hagan algo bueno).

El desconocimiento genera desconfianza. Así, ante unas empresas que tradicionalmente no dan la cara, que no hacen escuchar su voz públicamente, que no se muestran públicamente orgullosas de los descubrimientos terapéuticos (¿quién investiga sino la industria farmacéutica?) y de sus contribuciones a la formación de los profesionales sanitarios (¿quién si no financia la formación continuada?), los ciudadanos de a pie solo conocen las voces en contra y el silencio de los laboratorios. ¿Qué imagen, pues, se van a formar?

Los laboratorios tendrán muchos defectos como cualquier otra empresa, pero también hacen mucho por la salud de los ciudadanos. Entonces ¿por qué se empeñan en callar y en dejar que sean los demás los únicos que hablen de ellos? Quizás sea un histórico sentimiento de culpa por presiones comerciales fuera de toda ética en el pasado, o por desconocimiento absoluto del poder de la comunicación, o por miedo a que se enfade su único cliente que es el Sistema Público de Salud.

Desde esta tribuna os propongo hacer un ranking del tiempo que tardan en conceder una entrevista los presidentes de lo laboratorios farmacéuticos y entregar el “Premio Harpo” al más mudo de todos ellos. ¿Os animáis?...

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