El campo de la ginecología sufrió un cambio radical con el
descubrimiento y comercialización del promestrieno, una molécula original que
restablece el equilibrio trófico de las mucosas genitales inferiores actuando
exclusivamente allí, sin producir efectos hormonales sistémicos y que Sideta
lanzó en España con el nombre de Colpotrofín.
Un amplio y documentado folleto que ofrecía en su portada
una imagen artística relativa a esa zona íntima de la mujer y la leyenda “el
equilibrio trófico local recuperado” daba paso a todas las explicaciones
pertinentes, comenzando por la situación de partida:
En situación de deficiencia o carencia estrogénica, la
mucosa del tracto genital inferior es incapaz de resistir agresiones mecánicas
o biológicas. A la inspección, el aspecto de la vagina es típico: mucosa
pálida, lisa, fina, deslustrada, sangra fácilmente al contacto; las infecciones
se sobreañaden fácilmente (cándida, tricomonas, gérmenes) y se hacen
resistentes a los tratamientos mientras persista el estado distrófico. Por su
parte, el cuello atrófico, apenas hace relieve en el fondo de la vagina; su
mucosa es pálida, sin brillo y no capta el lugol.
De esta forma, las manifestaciones clínicas son muy
molestas: sensación de sequedad o quemazón, prurito, manchas de sangre,
leucorrea, disuria, dispareunia, con repercusiones psico-afectivas que pueden
ser considerables.
El lanzamiento de Colpotrofín suponía una innovación toda
vez que restablecía la estructura histológica, la vascularización y la
elasticidad de la mucosa vaginal y restauraba la carga en glucógeno, condición
necesaria para la reactivación de la flora saprofita y verdadera barrera contra
la proliferación de gérmenes patógenos...
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