El lanzamiento de una nueva molécula, la bamifilina, supuso
un paso adelante que logró mejorar a un clásico como la teofilina, al carecer
de efecto excitante central y sumar a ello una excelente tolerancia digestiva,
manteniendo –eso sí- las propiedades broncodilatadora, analéptica respiratoria
y espasmolítica propias de la teofilina.
A diferencia de la propia teofilina y de otros de sus
derivados, la bamifilina, comercializada como Trentadil, proporcionaba:
Absorción digestiva rápida y completa.
Niveles sanguíneos eficaces a los 45 minutos de su
administración.
Una mayor difusión hística con un volumen de distribución de
10 a 20 veces mayor y sin riesgo de acumulación.
Un tiempo medio de vida constante
Pero quizás lo que más le diferenciaba de la teofilina era
que no estimulaba el Sistema Nervioso Central, por lo que no excitaba ni
producía insomnio, por lo que podía administrarse por la noche, un hecho de
singular importancia sobre todo en el tratamiento de niños y ancianos.
De igual forma se destacaba que este medicamento, asociado a
tratamiento cardiotónico, aportaba sus ventajas frente a la repercusión
pulmonar de la cardiopatía sin aumentar la frecuencia cardiaca al no aumentar
el consumo de O2 por el miocardio.
El lanzamiento de Trentadil supuso una buena noticia para
los enfermos disneicos, asmáticos y bronquíticos, que vieron cómo gracias a
este medicamento les volvía el aire y desaparecía esa sensación tan angustiosa
que reflejaba fielmente la portada del folleto de presentación.
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