(AZprensa) Los dos últimos presidentes para los que trabajé
fueron Juan José Rodríguez Sendín (Organización Médica Colegial, OMC) y Carlos
Trías (AstraZéneca). Hablaré hoy de una característica diferencial entre ambos,
la cual resulta muy significativa: su despacho.
Cuando Sendín llegó al cargo de presidente, una de las
primeras cosas que planteó fue la de ampliar su despacho y eso que ya era el
más amplio y mejor situado de todo el edificio, pero al parecer no era bastante
tener una gran mesa de despacho, una mesa con sillas para pequeñas reuniones y
un cuatro de baño propio; quería más espacio. Como los metros cuadrados son los
que son y no se pueden estirar, la solución fue echar de esa planta a
algunos de los que ocupaban otros despachos, que bajaron a otra planta, echando
a su vez a otros... para lo que fue necesario alquilar unas oficinas cercanas
para alojarlos a todos. Su ampliación de despacho no llevó sólo consigo los
gastos de renovación del mobiliario y de ampliación del mismo, sino el coste
fijo de pagar un alquiler por unas oficinas nuevas para todos los empleados
(media docena) que, de rebote, tuvieron que salir del edificio.
Cuando Trias llevó a su organización (la recién fusionada
AstraZéneca) a un nuevo edificio de oficinas, la responsable de Recursos
Humanos trabajó en la distribución de todos los empleados en dicho espacio. Yo
fui testigo de cómo le dijeron a Carlos Trias que su despacho debía ser más
grande y él se negó, diciendo que no tenía que ser mayor que el de los otros
directores y que con una mesa auxiliar para pequeñas reuniones tenia
suficiente. e incluso protestó porque pusiesen su despacho en la planta más
alta (símbolo del más alto standing) porque él no quería ser más que nadie. Al
final, su despacho fue normal, como el de los demás directores.
¿Y las puertas? La de Sendín estaba siempre cerrada, y
frente a ella se veían siempre varias personas esperando (con frecuencia más de
media hora que, lógicamente era tiempo que perdían de trabajar) para poder
hablar con él, siempre y cuando pasasen el pertinente control de su secretaria
de presidencia. Por el contrario la de Trias estaba siempre abierta y
cualquiera (sí, cualquier empleado) podía entrar a hablar con él siempre que
quisiese y era bien recibido y atendido (con el enfado de su secretaria que
veía cómo no podía establecer ningún control ya que todo el mundo tenía libre
acceso para hablar con el presidente. Esa puerta sólo estaba cerrada,
lógicamente, cuando se encontraba en medio de alguna reunión.
¿Y las necesidades fisiológicas? En la OMC el presidente
tenía su váter propio y exclusivo. En AstraZéneca había un servicio por planta
al que acudían los empleados (cualquiera que fuese su rango) de esa planta; el
presidente y los directores hacían caca y pis igual que cualquier otro empleado.
¿Y los cafés? En la OMC la secretaria le llevaba el café al presidente a su
despacho; en AstraZéneca, el presidente salía a tomar el café en las máquinas
que había junto a los servicios y allí aprovechaba ese momento para charlar,
como un compañero más, con los empleados con quienes compartía ese pequeño
momento del café y del relax.
Estos son los hechos. No hago comentarios. (En la imagen, a la izquierda
Sendín, y a la derecha Trias: ¿Con quién te habría gustado trabajar?).
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