(AZprensa) Ni los propios laboratorios farmacéuticos ni las Autoridades Sanitarias ni los médicos tienen muy claro cómo diferenciar la "información de medicamentos" de la "publicidad de medicamentos", pero existen claras diferencias entre ambas y ya va siendo hora de que se aclaren estos conceptos...
De todos es reconocido el derecho de los ciudadanos a la información, y es
cierto que el ciudadano quiere estar informado de muchas cosas, entre ellas,
por supuesto, de algo que siempre figura en los primeros lugares de
preferencia: su salud. Y cuando se habla de salud, se habla de medicamentos...
pero ¿quién da la información sobre los medicamentos?
Quizás
la primera pregunta que se suele plantear es el “debe”: ¿Quién debe emitir esa
información sobre medicamentos? La respuesta suele ser unánime: el médico. Sin
embargo convendría hacer algunas consideraciones importantes:
Primera:
¿Puede el médico, con la enorme carga asistencial que padece, transmitir toda
la información necesaria sobre un
medicamento en el corto espacio de una visita; no más allá de los cinco
minutos?
Segunda:
¿Sólo tienen derecho a la información sobre medicamentos los pacientes que
acuden a una consulta médica? ¿No tiene derecho a conocer más sobre los medicamentos
cualquier persona, independientemente de que necesite o no tomar dicho
medicamento?
Tercera:
¿Está la población preparada para “entender” la información que se da sobre los
medicamentos? ¿Están los médicos preparados para “explicar” en un lenguaje que
se entienda, la información sobre medicamentos?
Y
aún podríamos plantearnos muchos más interrogantes. Sin embargo, a la vista de
estos planteamientos parece evidente que ni la población tiene la educación
sanitaria y la formación necesaria para entender de medicamentos, ni los
médicos tienen tiempo para explicarlo con detenimiento, ni se ha considerado
que cualquier ciudadano tiene derecho a conocer más sobre cualquier
medicamento, lo necesite o no.
Aparte
del médico, se considera que hay otros agentes cualificados para “dar
información”. Entre estos cabe señalar a las Autoridades sanitarias. Junto a
ellas, destacan igualmente las organizaciones profesionales (Colegios y
Sociedades de profesionales sanitarios). Y cada vez juegan un papel más
importante las Asociaciones de Pacientes, porque ¿quién va a saber más de las
necesidades de un paciente, que el propio paciente?
Todos
ellos, Administración, Sociedades y Asociaciones, juegan un papel relevante a
la hora de educar a la población en materia sanitaria, y buena prueba de ello
son los “días” y “semanas” dedicados a distintas enfermedades, en los que se
traslada a la opinión pública toda una serie de consejos y conocimientos
básicos de indudable utilidad para el cuidado de la salud.
Junto
a estos tres agentes principales también se admite la participación de los
medios de comunicación. Ellos son capaces como nadie de sensibilizar a la
opinión pública sobre determinadas causas y de transmitirles los mensajes
básicos sintetizados de tal manera que son fácilmente entendibles y
recordables. Tienen, por el contrario, el riesgo de que una excesiva
simplificación pueda conducir a errores, o el peligro de caer en el alarmismo,
en especial por los titulares (creados para captar el interés, no para
transmitir información. Sin embargo y, por desgracia, muchas personas sólo se
quedan ahí, sin seguir leyendo la información completa, lo que conduce no sólo
al error, sino a la alarma injustificada en muchos casos).
Y
finalmente, hasta puede llegar a admitirse en determinados casos, que un centro
clínico especializado pueda dar información sobre algunos tratamientos que se
llevan a cabo en dicho centro y que puedan facilitar información de algunos de
los medicamentos utilizados.
Repasemos:
Médicos, Administración, Sociedades y Asociaciones, medios de comunicación,
centros clínicos... ¿No se nos está olvidando algo? Hablamos de medicamentos.
¿Quién los investiga? ¿Quién los descubre? ¿Quién los fabrica? ¿Quién hace un
seguimiento estricto de toda la vida de esos productos? La respuesta es clara:
los laboratorios farmacéuticos.
Dos grandes paradojas
Pues
aquí tenemos la primera gran paradoja: a quién más sabe de medicamentos (sus
descubridores y productores) no se les permite dirigir información (nos
referimos a “información” no a
“publicidad”, que esa es otra historia) de los mismos al público.
Y
ahora viene la segunda paradoja: Se les prohíbe comunicar al público...pero,
sin embrago, esa información la puede conseguir el público.
¿Cómo
puede conseguirla? Aquí entra en juego, sobre todo, Internet; un medio que ha
roto todas las barreras y todos los esquemas.
De
entrada, hay países en los que sí está permitida esa información. Por lo tanto,
cualquier paciente puede ir a la web de ese laboratorio en otro país y
encontrar allí la información que busca sobre un determinado medicamento (y
hasta es posible que en muchos casos la encuentre en español). Pero, además, la
información la puede encontrar en cualquiera de esos agentes que hemos
mencionado antes (Administración, organizaciones, etc.), de cualquier país) y
–lo que sí que es verdaderamente preocupante- en multitud de sitios poco o nada
fiables.
Ese
es el verdadero error: Se quiere “controlar” la información; algo que con
Internet es imposible. Allí van a convivir las informaciones fiables y las que
no lo son; por tanto, el objetivo debe ser educar a la población para que sepa
identificar qué información es fiable y cuál no.
Internet
no es un enemigo del profesional sanitario, sino un aliado. Puede suplir esa
falta de tiempo de que todos nos quejamos, ofreciéndose como una herramienta
para que los profesionales sanitarios digan a sus pacientes dónde está la
información que deben conocer y que en el corto espacio de una visita no les da
tiempo a transmitir.
Y
no olvidemos que un paciente informado: va a comprender mejor su enfermedad y
los consejos médicos, por lo que seguirá más fielmente las recomendaciones de
tratamiento. Esto se va a traducir en una mejora de su salud y en un ahorro de
tiempo en la visita que, traducido en otros términos significa: ahorro de
recursos sanitarios.