(AZprensa) El autor de best sellers como “El Médico”, que
ha sido llevado al cine e incluso convertido en un musical, se queja de que “la
medicina de ahora está despersonalizada. Los avances técnicos y la burocracia
han alejado al médico del paciente”. Está claro que los constantes avances
tecnológicos y la masificación de la asistencia sanitaria están afectando a la
relación médico/paciente en donde cada vez hay menos tiempo para abordar los aspectos
psicológicos, culturales y sociales de cada paciente en particular, limitándose
la mayor parte de las veces a estudiar e interpretar los exámenes que
proporcionan las máquinas o los laboratorios clínicos.
El objeto fundamental de la Medicina es el hombre enfermo
y en consecuencia el conocimiento del hombre constituye la base del saber médico;
sin embargo, la realidad es que el retorno al humanismo en medicina, se ha
calificado como “la asignatura pendiente”. El escritor Noah Gordon ha puesto de
manifiesto siempre en sus obras no sólo ese conocimiento sino también una
sensibilidad acertada sobre esta profesión que, desde siempre, ha tenido como
objetivo mejorar la salud de las personas”.
Nacido en Worcester (Massachussets) en 1926, de familia humilde
de inmigrantes, Gordon tuvo la oportunidad de ir a la Universidad gracias a una
Ley conocida como G.I. Hill que ponía los estudios universitarios al alcance de
los que habían servido en el Ejército. De su relación con el Ejército señala
aliviado que el fin de la guerra llegó antes de que tuviera oportunidad de
matar a ningún ser humano y “acabé mi servicio sin heroísmos, como un
oficinista”. Recuerda que sus padres “no podían pagarme estudios
universitarios, y mucho menos lo que ellos deseaban, que me convirtiera en
médico”, sin embargo, aun cuando la medicina le atraía poderosamente, su
vocación era escribir, así que al poco tiempo abandonó la carrera de medicina y
comenzó periodismo.
Como periodista trabajó en “The Worcester Telegram” y en
el “Boston Herald”, y allí volvió a encontrarse con la Medicina, esta vez como
escritor: durante más de 10 años fue el responsable de las páginas dedicadas a
ciencia y medicina. Posteriormente trabajó como editor de la revista médica “Journal
of Abdominal Surgery” y publicó numerosos artículos
en revistas médicas como el “Psychiatric Opinion”.
Ya como novelista, la medicina estuvo también presente en
una gran parte de su producción literaria. Su contacto diario con esta
profesión le llevó a escribir la que ha sido su obra más conocida “El Médico”
(1986), y confiesa que “esta obra fue pensada en tres partes desde el
principio, pero nunca quise decirlo por no asustar a los editores ni a mis
lectores”. La continuación vendría con “Chamán” (1992) y posteriormente con “La
doctora Cole” (1996). En el caso de “La doctora Cole” nos habla del continuo
conflicto de intereses entre matrimonio y ambición profesional, avances
científicos y conciencia social, vida urbana y valores humanos en el ambiente
rural…
En su conjunto, esta trilogía, ambientada en diferentes
contextos históricos abarca tres momentos clave en la historia de la medicina.
La primera parte que se describe en “El Médico”, estaba más relacionada con la
brujería que con la ciencia, “es la época en que las sanguijuelas lo curaban
todo”. La segunda entrega, “Chamán”, se ambienta en los comienzos de la
verdadera cirugía, con la irrupción de la anestesia y los antisépticos. La
tercera y última parte de esta trilogía, “La doctora Cole”, se centra en la
época actual. Sin embrago estas no han sido sus únicas novelas donde la
medicina ha estado presente.
En su obra “El Comité de la muerte” (1969) nos presenta a
un grupo de médicos que se reúne para revisar aquellos casos que acabaron con
la defunción del paciente, a fin de valorar si esas muertes podrían haberse
evitado y para impedir que se repitan nuevos errores. En todas ellas ha sabido
reflejar con especial sensibilidad esta profesión.
Tal ha sido su relación con la medicina que muchas personas
le llama “Doctor Gordon” e incluso recibe cartas de lectores que le explican su
caso. Y también le escriben los médicos, quienes suelen comentarle “lo reales
que son mis libros y se ponen a mi disposición para explicarme sus
experiencias”.
Sobre la realidad sanitaria norteamericana no se muestra muy
satisfecho. “Estados Unidos es un país muy desarrollado pero no tiene dinero
para asistir a la gente sin recursos”, señala. Su vida en un lugar apartado,
lejos de grandes núcleos urbanos, le llevó hace años a realizar un cursillo de
asistencia sanitaria para primeros auxilios. “Cuando alguien tenía que ser
conducido a un hospital, me daban el aviso y los llevaba en una ambulancia”.
“Lo lamentable del caso –añade- es que muchas veces no querían aceptar este
servicio porque decían que no tenían dinero para pagar el hospital”.
Curiosamente, los libros de este autor de best sellers,
se venden más en Europa que en América y, en el caso de Europa, son Alemania y
España los países que suelen encabezar las ventas de sus libros. “Estoy muy
agradecido a los lectores españoles porque ellos son los que me han mantenido
escribiendo hasta la edad que tengo”. En concreto, sobre su obra “El Médico”
–que hace una década fue calificada por los libreros de la Feria del Libro de Madrid como uno de los 10 libros más apreciados de todos
los tiempos- comenta la siguiente anécdota: “Una lectora, a la que le estaba
dedicando un libro, me dijo que este libro era como la Biblia, porque ¡en cada
familia había un ejemplar del mismo!”.
“Para mí es muy agradable el contacto con mis lectores y
es algo que agradezco profundamente”, por eso no le importan las maratonianas
jornadas de firma de ejemplares recorriendo diversas ciudades, como cuando hace
unos años visitó España para presentar su libro “La bodega” por numerosos
puntos de nuestra geografía. Este libro, “La bodega” precisamente se desarrolla
en España, un país que visitó por primera vez en 1990 y con el que mantiene un
vínculo especial: “Soy un fan acérrimo de España. Aquí tengo un hijo (que le ha
dado una nieta española) y me encanta pasar temporadas”.
La labor de documentación previa a cada uno de sus libros
suele ser bastante ardua. “El lector siempre convierte lo que lee en hechos, en
verdades, y eso es una gran responsabilidad”. Es un asiduo visitante de la
Biblioteca pública de Massachussets, “en Estados Unidos tenemos la suerte de
tener un gran sistema de bibliotecas públicas” resalta. “Normalmente investigo
a lo largo de un año y luego dedico varios años a la escritura del libro”, no
obstante el silencio de hasta ocho años entre dos de sus últimos libros, lo
explica porque “esta vez, varias cosas se interpusieron en mi camino: la
enfermedad de dos miembros de mi familia robó buena parte de mi tiempo, así
como lo hizo la distracción propia de mi envejecimiento”.
Ahora “a medida que me hago mayor, la inspiración se
agudiza más y se me ocurren muchas ideas” pero es consciente de que a su edad “no puedo pensar que tendré tiempo de escribir
todas las novelas que se me ocurren”. Por eso su último proyecto es plasmar sus
ideas en un aserie de relatos, un género nuevo para él y que según reconoce
supone todo un reto “por el ejercicio de condensación que exige”.
Para finalizar nos cuenta otra anécdota, en esta ocasión
sobre la dificultad de controlar los derechos de propiedad para la edición de
sus obras, sobre todo en países asiáticos. “En una ocasión recibí la llamada de
un traductor que me preguntaba cómo podía interpretar unos párrafos de uno de
mis libros para su edición en aquél país. ¡No sólo no había dado yo mi
autorización para la traducción de la obra en ese país, sino que además me
estaba pidiendo que colaborase en un plagio de mi propia obra!”.
“Médico, periodista y poeta”, una de esas vidas que merece la pena conocer, de un médico de pueblo que además fue investigador, inventor, epidemiólogo, periodista, ecologista… y todo eso hace más de cien años.
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